El destacamento penal de Bustarviejo ocupó entre 1944 y 1952 a una media anual aproximada de un centenar de presos. La gran mayoría de los reclusos habían sido detenidos a finales de la guerra civil y al comienzo de la postguerra. Procedentes de todo el país vivieron del denominado «turismo penitenciario», pasando de los campos de concentración a la cárcel, donde empezaban su viaje por distintas prisiones. Para obtener la «indulgencia» ofrecida por el Programa de Redención de Penas por el Trabajo había que cumplir numerosos requisitos: Pena dictada, buena conducta, examen de religión, certificados médicos de vacunación y juramento de no haber pertenecido a la Masonería; en algunos casos también se dio la intervención favorable al recluso por parte de alguna persona cercana al Régimen. Además de los presos políticos había un cierto número de presos comunes, condenados tanto por delitos convencionales como por estraperlo.

Todos los presos cobraban un «salario». La empresa contratista pagaba a la Jefatura del Servicio Nacional de Prisiones el sueldo íntegro propio de cualquier trabajador libre, del cual, esta Jefatura abonaba un subsidio de 50 céntimos al día al preso, dos pesetas a su mujer (si estaba casado) y una peseta por cada hijo menor de 15 años. El resto se ingresaba en Hacienda. Se fomento así la reunión de los presos con sus mujeres e hijos. De este modo, los familiares pasaron a formar parte del propio sistema represivo, pues su presencia en las inmediaciones del penal fue la manera más eficaz de evitar que los presos se fugaran o adoptaran conductas rebeldes. Así, el régimen franquista se introdujo en lo más profundo de la intimidad de los vencidos.


Dentro del conjunto de edificaciones podemos diferenciar tres grupos: las destinadas a la vigilancia y la reclusión, las relacionadas con el trabajo y las casas de los familiares de los presos.
El primer grupo lo componen el edificio del penal (conocido como los barracones), las garitas de vigilancia y la celda de castigo. En los barracones era donde estaban recluidos los presos, que ocupaban la parte trasera del edificio, donde encontramos los dormitorios y las letrinas. El lateral oriental lo forman la cocina, el botiquín y el economato. La parte delantera la ocupaban las oficinas y las dependencias de la Policía Armada. Estas estancias se usarían como despachos y zonas de descanso, ya que excepto el Teniente, ninguno de los guardias residía en el complejo penal. En cuanto a las garitas, parece que no estaban destinadas tanto a controlar a los reclusos como a vigilar posibles incursiones por parte de la guerrilla antifranquista (el maquis) con cierta actividad en la zona durante los años 1945-1947.
Entre las estructuras relacionadas con el trabajo tenemos algunas canteras, los establos y las propias obras del ferrocarril: un tramo de vía de 9 kilómetros, dos túneles (de 395 y 248 metros de longitud), un viaducto (de 26 metros de altura, con 11 arcos de 12 metros de luz) y la estación situada en las afueras del pueblo.
Por último, algo más de cuarenta estructuras forman el conjunto de las casas de los familiares de los presos, conocidas popularmente como las chabolas. A pesar de su apariencia, estas cabañas seguían un cierto patrón constructivo (todas con un pequeño hogar en una esquina, uno o dos banquillos de piedra interiores y tejado de cemento), lo que parece corroborar que el asentamiento de las familias estaría promovido por la dirección del penal.




1. LA CONSTRUCCIÓN DEL FERROCARRIL MADRID-BURGOS
El ferrocarril Directo Madrid-Burgos cuenta con varios proyectos desde finales del siglo XIX, como alternativa a la línea que, desde Madrid, se dirigía desde Valladolid para desviarse hacia Burgos. No obstante, ante las dificultades para su realización, la «Comisión Burgalesa de Iniciativas Ferroviarias» impulsó el «Plan Guadalhorce», mediante el proyecto redactado por el ingeniero Emilio Kowalski en 1926.
Durante la Segunda República, los trabajos se ralentizaron al priorizarse la construcción del túnel de La Castellana. No obstante, se realizaron obras de gran envergadura, como el túnel de Somosierra, el de mayor longitud de los proyectados, con sus 3895 metros.
Con el golpe de Estado de 1936 y la posterior Guerra Civil se produce un paréntesis en el desarrollo de las obras. Además, la estabilización de las trincheras de ambos ejércitos enfrentados en esta zona de la sierra madrileña, produjo efectos devastadores en las infraestructuras ya construidas.
Después de la Guerra Civil se instaura la dictadura franquista, reanudándose la construcción de los 70 kilómetros restantes entre Madrid y el río Lozoya, utilizándose a los presos políticos como mano de obra esclava. Más tarde, se utilizarían también a presos comunes. Estos trabajadores forzados fueron encerrados en once destacamentos penales, algunos construidos de nueva planta y otros mediante la adaptación de viejas instalaciones civiles o públicas, como la cárcel del partido judicial de Colmenar viejo.
La banqueta de la línea y todas las infraestructuras estaban finalizadas en 1948, pero a partir de este año se produjo un nuevo parón, no solo por la falta de material del carril disponible, sino también porque los enlaces ferroviarios de la capital pasaron a ser prioritarios.
A pesar de los esfuerzos y penalidades que sufrieron los presos políticos víctimas de la represión en los destacamentos, el ferrocarril tardaría veinte años más en inaugurarse, el 4 de Julio de 1968.
2. EL SISTEMA DE REDENCIÓN DE PENAS POR EL TRABAJO
Al término de la Guerra Civil, provocada por el golpe militar del 18 de Julio de 1936, España era un país en ruinas y económicamente arruinado. Su reconstrucción necesitaba abundante mano de obra. Ante su escasez y el abarrotamiento de las cárceles, debido a la enorme campaña de represión organizada por los vencedores de la contienda, el nuevo Estado desarrolló el Sistema de Redención de Penas por el Trabajo, que ya contaba con cobertura jurídica, según Orden Ministerial de 7 de Octubre de 1938. Se trataba de hacer trabajar a los prisioneros de guerra y presos políticos, penalizados por su participación en el bando republicano durante la guerra.
La pretensión expresa era «redimir en toda su extensión al penado», tanto en lo político como en lo religioso, aspecto en el que se hacía especial énfasis. El nacionalcatolicismo, fue uno de los rasgos definitorios del régimen franquista. Se pretendía establecer una identidad entre religión católica y el régimen político, al proclamar que el franquismo encarnaba la nación española. La Iglesia católica fue responsable de gran parte de la arquitectura represiva del Régimen y más específicamente del «Sistema de Redención de Penas por el Trabajo». Las regulaciones sobre el número de días redimidos en función del número de los días trabajados se promulgaron muy pronto. Los días trabajados se restaban de las condenas establecidas por los tribunales. También se redimían penas por el trabajo intelectual, la realización de horas extraordinarias o la donación de sangre.
Las remuneraciones que percibía el trabajador penado apenas le permitían mantener a su familia. De ellas se descontaban las cantidades destinadas a su manutención y alojamiento. Este sistema de retribuciones constituyó una fuente de ingresos y un negocio redondo para las empresas concesionarias de las obras y el Estado, que aprovecharon la mano de obra barata y esclava para enriquecerse.
El sistema de redención de penas por el trabajo tuvo su apogeo en las décadas de 1940 y 1950, pero se mantendrían tras el restablecimiento de la democracia, aunque con notables cambios, hasta su derogación en 1995, cuando se aprobó el nuevo Código Penal.
3. LOS DESTACAMENTOS PENALES, 1
Ubicación de los destacamentos penales.
La Normativa represora franquista establecía que los destacamentos penales no se ubicaran en las cercanías de la población, con el propósito de evitar, en la medida de lo posible, cualquier contacto con los habitantes del lugar. El aislamiento de los presos era una condición añadida de represión. Se aconsejaba también que en las proximidades de los destacamentos hubiera puntos de acopio de agua, especialmente en aquellas obras que requerían una mayor complejidad constructiva, como ocurría con la perforación de los túneles o la construcción de grandes viaductos. Con todo, no fue siempre así; viéndose los presos obligados a recorrer varios kilómetros hasta los tajos de trabajo.
Los últimos destacamentos penales en la actual Comunidad de Madrid.
Además de los destacamentos penales vinculados con el ferrocarril Directo Madrid-Buergos, en la actual Comunidad de Madrid se levantaron otros para la construcción de pueblos devastados, como Brunete, Boadilla del Monte o Villanueva de la Cañada, entre ellos los tres de Cuelgamuros, más conocido como «Valle de los Caídos», y otros de menor entidad.
A partir de 1946 el más destacable fue el de Buitrago de Lozoya, dedicado a la construcción del embalse de Rio Sequillo, y en menor medida, el del Canal del Jarama, en Patones. La dictadura franquista sigió utilizando mano de obra de presos políticos para la construcción de obras públicas, a pesar de que ya habían pasado muchos años desde el final de la Guerra Civil.
El destacamento penal de Mirasierra fue el que empleó un mayor número de presos para la construcción de la Colonia de viviendas de Fuencarral. Con el tiempo, se convirtió en el último destacamento de España en clausurarse, durante la década de los años setenta del siglo XX.
4. LOS DESTACAMENTOS PENALES, 2
Los destacamentos penales quedaron encuadrados en el departamento administrativo de «Obras Públicas» o también «Trabajos Exteriores». Su construcción correspondía a empresas privadas adjudicatarias de las obras. Se trataba de infraestructuras de escasa calidad y pobre mantenimiento, ya que se destinaban a su construcción presupuestos muy reducidos. Se persiguió en todo momento el máximo beneficio para las empresas concesionarias y para el Estado.
Casi todas las dependencias de los destacamentos contaban con dormitorios, cocina, botiquín, letrinas, economato, oficina o despacho del jefe de la unidad y un patio central donde se celebraban las ceremonias religiosas, el control de presencia y otras tareas comunes. Las explanadas colindantes eran el punto de encuentro y reunión de los presos con sus familiares en los días festivos.
En las proximidades de algunos destacamentos se levantaron infraviviendas para los familiares de los penados. Eran espacios de muy reducida superficie, algunos de apenas cuatro metros cuadrados y en los que no se podía estar de pie, los materiales empleados eran de ínfima calidad. Las familias soportaban condiciones de vida peores que las de los propios presos y, por ello, deben ser considerados también como víctimas de esta forma de represión.
Ni siquiera la cercanía de estas construcciones a los centros de trabajo era benigna. Por el contrario, se trataba de desincentivar en los penados un eventual ánimo de fuga. En cierto modo, estas infraviviendas eran una especie de ese alambre de espino que no existía en los destacamentos penales.
5. LA ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO
Cada destacamento mantenía su propia dinámica de trabajo, en función de las necesidades de la empresa contratista. Por lo general, eran turnos extenuantes que se desarrollaban de Lunes a Sábado, desde las ocho de la mañana hasta las seis o las siete de la tarde, con modificaciones impuestas por la climatología. No obstante, los presos realizaron numerosas horas extraordinarias para obtener suplementos económicos con que complementar sus míseros salarios, que apenas les llegaba para subsistir.
Tras el recuento de diana se procedía al reparto de un escaso desayuno, que la mayor parte de las veces consistía en un exiguo caldo con arroz. La dieta alimenticia era pobre, basada en hidratos de carbono y casi desprovista de proteínas de calidad. El hambre era una constante y una forma más de represión.
Finalizado el desayuno, los obreros caminaban hacia los diferentes tajos, en compañía de un número variable de funcionarios. A veces estos recorridos eran sumamente largos. En el destacamento permanecían los que habían causado baja, por enfermedad o accidente.
Los trabajos consistían siempre en penosas labores manuales, de gran dureza física y sin apenas ayuda alguna de maquinaria: movimientos de tierras, minería, perforado de túneles en roca con explosivos, construcción de viaductos y carreteras, transporte de piedras en carretones con fuerza animal, cantería, terraplenados etc. Todas estas tareas se realizaban sin medidas de seguridad laboral, lo que acarreó numerosos accidentes y bajas entre los trabajadores.
Al mediodía se repartía la comida, que se prolongaba durante una hora, incluido un pequeño reposo posterior. Tras la finalización de la jornada se regresaba al destacamento. El descanso se prolongaba hasta la cena, momento utilizado para la realización de otro recuento. Los Domingos se dedicaban a la limpieza del destacamento y de su vestuario. Los internos debían asistir obligatoriamente a misa, que podía celebrarse en las mismas instalaciones o en la iglesia de la localidad, a la que se desplazaban a pie.
Los penados coincidían en ocasiones con obreros libres, pero trabajaban separadamente y se reservaban a los primeros la realización de las tareas con mayores dificultades y en las condiciones más duras.
6. FUGAS Y GUERRILLEROS
En el sistema de redención de penas por el trabajo, las fugas se consideraban faltas muy graves. Por ello, los presos que eran atrapados después de intentar escapar eran devueltos a las prisiones ordinarias de las que procedían, donde generalmente se padecían fuertes penalidades, se podía sufrir tortura y existía un elevado riesgo de muerte. Por supuesto, se eliminaba la posibilidad de volver a disfrutar de reducción de pena por el trabajo y generar mínimos ingresos para sus familiares. Para el servicio de vigilancia no se emplearon grandes recursos humanos, ya que la mayor parte de la policía estaba militarizada y solo había escasos funcionarios adscritos al destacamento.
El control de los penados consistía fundamentalmente en el establecimiento de un determinado número de recuentos, fijados por el jefe del destacamento. Por lo general, se realizaban tras la diana o el desayuno, poco antes de partir hacia los tajos de trabajo, durante las comidas y en la retreta. Tampoco faltaban los recuentos nocturnos. Durante los festivos, cuando los penados disponían de «mayor libertad» para realizar sus tareas de limpieza y recibir la visita de los familiares, podían realizarse encuentros extraordinarios, sin una hora predeterminada, para prevenir las fugas; a pesar de ello, eran estos días cuando se producían la mayoría de los intentos.
En 1945, coincidiendo con el final de la Segunda Guerra Mundial, tuvieron lugar dos grandes evasiones, el los destacamentos de Miraflores de la Sierra (22 fugados), y Valdemanco (37 fugados). Este último caso tuvo un fuerte cariz político, a juzgar por las filiaciones políticas de los fugados, la mayoría de ellos comunistas y ugetistas.
A finales de ese año se produjeron diferentes acciones guerrilleras de resistencia contra la dictadura en la sierra madrileña, encabezadas por Adolfo Lucas Reguilón, autodenominado «Severo Eubel de la Paz». Los guerrilleros pretendían generar un levantamiento en los diferentes destacamentos del ferrocarril Madrid-Burgos. En una operación realizada en el destacamento de Valdemanco, sustrajeron explosivos para otras intervenciones que pensaban realizar en distintos puntos de Madrid.
La estrategia más destacada consistía en la captación de un número suficiente de vecinos para organizar los Comités de Resistencia Antifranquista. Sin embargo, la creación de una fuerte base guerrillera no fue factible, debido a la persecución practicada por la Guardia Civil y al temor de los vecinos.
7. CONSERVACIÓN Y DIFUSIÓN DE LOS DESTACAMENTOS PENALES
Los destacamentos penales, como arquitectura punitiva de la posguerra, forman parte destacada de las infraestructuras ferroviarias del ferrocarril Madrid-Burgos. Su conocimiento y conservación son requisitos básicos para su incorporación en los Catálogos Geográficos de Bienes Inmuebles del Patrimonio Histórico de los municipios. La Dirección General de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid debe garantizar su protección.
Además de estas consideraciones institucionales y administrativas, la conservación y valoración de los destacamentos deben servir como actividad de reparación y de tributo a la memoria de los más de 6000 penados utilizados como mano de obra forzada, implantada por un sistema injusto y esclavista, bajo la denominación de la Redención de Penas por el Trabajo.
La Asociación memorialista «Los Barracones» surgió como necesidad de recuperar el destacamento penal de Bustarviejo, cuyas actividades de pedagogía social se proyectan al resto de los municipios cercanos, con el objeto de desarrollar lo establecido en la Ley de Memoria Democrática.
Esta Asociación ofrece a la ciudadanía visitas gratuitas los primeros Sábados de mes al destacamento de Bustarviejo, hoy convertido en un lugar público de Memoria. Además favorece investigaciones históricas y organiza eventos docentes y culturales que profundizan en el conocimiento y ampliación de nuestra memoria colectiva presente y pasada.
Para contactar con la asociación: amhlosbarracones@gmail.com
RUTAS GUIADAS
En 2007 llega el cambio político a Bustarviejo, con un gobierno de izquierdas en el ayuntamiento por primera vez desde la Segunda República, un grupo de vecinos crean la Asociación de Memoria Histórica Los Barracones. Nace esta asociación con el objetivo de rehabilitar el destacamento penal que hay en la dehesa vieja, que se ha conservado gracias a que los ganaderos lo usaron durante décadas como cuadra para el ganado. Gracias a su esfuerzo y a una pequeña subvención, reformaron la parte delantera del antiguo penal y, desde hace unos siete años, comenzaron a realizar pequeñas rutas guiadas y gratuitas de unas dos horas de duración.

La ruta guiada sale desde la antigua estación con una pequeña introducción por parte de los guías explicando el contexto histórico en el que se construyó esta infraestructura. Continuamos caminando por la vía de tren que actualmente está en desuso y en un estado lamentable de abandono. Pasaremos por el viaducto sobre el arroyo Gargüera, construido con escasos o nulos medios técnicos y sin medidas de seguridad. Para después atravesar el túnel de La Carguera, perforado a base de barrenos, de los cuales quedan algunas marcas en las paredes de la zanja o trinchera que da acceso al mismo. Al salir del túnel salimos a la Dehesa Boyal de Bustarviejo, donde se encuentra el destacamento penal, el mejor conservado y el único visitable de España.



Lo primero que nos encontramos son las garitas de vigilancia, a primera vista llama la atención que están orientadas para vigilar hacia afuera en vez de al interior del penal, como parecería más lógico. El motivo de esta disposición eran los guerrilleros antifascistas, la resistencia republicana que no se rindió y permaneció escondida en el monte, con la esperanza de que las cosas pudieran cambiar, sobre todo tras la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial.




De los presos apenas se tenían que preocupar los vigilantes, puesto que muchos de ellos tenían a sus familias viviendo alrededor del propio destacamento, en caso de fuga, los familiares pagarían las consecuencias. Estas familias vivían en las chabolas de piedra que había alrededor del penal, construcciones de apenas dos por dos metros, no se cabía de pie dentro, lo que obligaba a cocinar en la lumbre de fuera. No hace falta mucha imaginación para comprender las penurias y calamidades que pasaron los familiares de los presos, tan víctimas de la represión como ellos.


También veremos los restos las casas del capataz y del teniente de guardia, estas con tejado, ventanas y suelo. También se puede ver el establo para los animales de tiro en el que se pueden apreciar los pesebres, o la construcción dedicada a celda de castigo, que está desprovista de ventanas. Un lavadero construido en la misma roca, donde tenían que romper literalmente el hielo antes de meter las manos con la ropa.




Finalmente accedemos al penal propiamente dicho. Tiene forma rectangular, tras pasar por la entrada principal al patio interior, a nuestra derecha encontramos varias dependencias dedicadas al economato, (los presos recibían una mísera remuneración por su trabajo que podían gastarse allí), la enfermería o botiquín y las cocinas. De frente encontramos dos barracones donde los presos dormían, aún se conservan los restos de las repisas donde tendrían sus pocas pertenencias, incluso los restos de una cenefa pintada como artículo decorativo dentro de tan lúgubre lugar. Destacar las pequeñas ventanas por encima de la vista de los presos, que no les permitía ver el exterior. Contrastan con los habitáculos destinados a la oficina de la empresa contratista, donde aún se pueden ver los restos del hogar de las chimeneas y con ventanas a una altura que permitía vigilar a los presos.



A la derecha del primer barracón encontramos las letrinas, este lugar atestigua las condiciones insanas en las que allí vivían, presenta huellas marcadas en el suelo para hacer aguas mayores, restos de unas pilas para lavarse y una ducha, todo ello alimentado con agua fría. Parece ser que este primer barracón era de los tres el peor, por tener una puerta al exterior y estar pegado a las letrinas. Al frío, los trabajos forzados, la mala alimentación, el poco descanso y la insalubridad de las instalaciones se sumaban plagas y chinches.


Tras recorrer los dos primeros barracones giramos a la izquierda para pasar por el tercer y último de ellos. En este caso lleno de las camas que se pusieron allí para el rodaje de La reina de España. A su lado, una pequeña colección de fotos muestra a los presos en plena faena o junto a sus familias.





La visita termina en la parte frontal del penal, a la izquierda de la entrada, correspondiente a las oficinas de la empresa contratista y de los guardias del penal. Actualmente acoge una exposición dedicada a todos los destacamentos penales que hubo a lo largo de la vía férrea y una muestra de objetos de la época como periódicos, zapatos o latas de conserva.




