La Cabrera geológica, Pilancones.

La Sierra de La Cabrera es una formación granítica (plutón) de gran interés morfológico, pues ofrece un amplio muestrario de las peculiares formaciones del modelado sobre granito como son los domos, las acebolladuras, los thors o canchos de bloques superpuestos o los acastillamientos por fallas verticales, pilancones etc.

En geología un plutón es una gran masa de rocas encajada en la corteza terrestre, procedente del ascenso de magma fundido desde grandes profundidades, que se ha enfriado y cristalizado paulatinamente, antes de llegar a la superficie. Un plutón es una intrusión que puede ser muy grande, de hasta varios kilómetros, dentro de la roca encajante. La mayoría de las veces el magma se ha solidificado a profundidades de hasta 10 km, circunstancia a la cual se debe que solo sean visibles en aquellos casos en que la tectónica ha elevado esa zona de la corteza y ha actuado la erosión. Los más característicos son los batolitos y los lacolitos. Batolito, del griego, bathos y lithos que significan profundo y piedra respectivamente, es una masa extensa de granitoides que se extiende por cientos de kilómetros​ y cubre cientos de kilómetros cuadrados en la corteza terrestre. Los batolitos están compuestos por múltiples plutones individuales los cuales pueden solaparse o intersecarse.​ Los grandes volúmenes de los batolitos se deben a una cuantiosa y repetida producción de magma durante periodos de orogénesis.

Este macizo de La Cabrera está formado con dos tipos de granitos: de grano grueso que tuvo una consolidación lenta y de relieves redondeados y de grano fino, de consolidación rápida que origina formas más agudas.

Hablemos y veamos distintas pilanconas cabrereñas

Las formas circulares que se encuentran con frecuencia en las zonas altas de las regiones graníticas son los pilancones y pueden ser confundidos con las marmitas de gigante, aunque son estructuras que tienen orígenes distintos. Las marmitas son formas de erosión asociadas a canales fluviales, con una elevada relación profundidad / anchura y fondos curvos o cónicos, mientras que los pilancones suelen tener relaciones de profundidad / anchura menores y además mostrar fondos generalmente planos. De hecho, los pilancones están más cerca de parecerse a una paellera que a un perol o marmita.

Para la formación de los pilancones se necesita una superficie horizontal que esté bien expuesta a los agentes meteorológicos, como pueden ser la zona alta de un lanchar o de un domo granítico, donde el agua puede quedar retenida en pequeñas irregularidades de la roca horizontal. Una vez retenida el agua, comienzan a actuar procesos de meteorización química que van haciendo más profunda y ancha la irregularidad. Esta situación genera un sistema de realimentación, ya que a mayor tamaño más agua es retenida y, por tanto, habrá mayor meteorización química.

En el caso de los granitos, esta meteorización afecta con mayor intensidad a las micas y feldespatos, creando así un residuo de granos de cuarzo que quedarán retenidos como sedimento en el fondo del pilancón. Esta primera fase continúa hasta que se alcanza un tamaño en el que los granos de sedimento puedan moverse libremente por el fondo del pilancón incipiente, dando lugar a la aparición de los procesos de meteorización física.

Con ayuda de las lluvias intensas que remueven el fondo arenoso comienza un efecto de molienda (abrasión mecánica) que acelera el crecimiento de la estructura. Estos procesos de meteorización física justifican los fondos planos de los pilancones y el hecho de que sean generalmente más anchos que profundos, llegando a unirse unos con otros para formar geometrías muy llamativas.

Otra diferencia importante entre las marmitas de gigante y los pilancones, es que las primeras necesitan tiempos de formación muy cortos (ya que se asocian a regímenes de aguas turbulentas de mucha energía), mientras que para la formación de los pilancones los procesos son mucho más lentos y en ocasiones suelen hacer falta varios miles de años.

Cuando un plutón granítico aflora en superficie tiende a presentar una forma de cúpula, domo de exfoliación o de lajamiento, atravesado por una red de fracturas y diaclasas producto de su descompresión. A través de estas fracturas circulan las aguas meteóricas produciendo una hidrólisis de los silicatos.

A medida que el domo se va degradando, da lugar a una forma consistente en una serie de bloques apilados (v. berrocal), que si muestran desplazamientos por gravedad constituyen lo que se llama pedriza. En su estado final de degradación, el Domo queda reducido a un pequeño conjunto de bloques, denominado Tor. La superficie plana que aparece además cuando el thor es desmantelado recibe el nombre de lanchar.

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