Cancho de La Cabeza de Patones, una montaña con vistas.

El Cancho de la Cabeza de Patones (Madrid) es un modesto cerro que pasa por ser la cima más alta de este término municipal, se trata de una elevación de 1264 metros de altura. Desde su cima se puede disfrutar de unas impresionantes vistas, al norte el embalse del Atazar, la sierra del Rincón donde sobresale de las demás la Peña De La Cabra. Al Oeste la sierra de la Cabrera y las montañas más orientales de la sierra de la Morcuera. Al sur se contempla la vega del Jarama alcanzando la vista hasta la capital. Y al Este las montañas occidentales de la sierra de Guadalajara.

Vistas desde la cima del Cancho de La Cabeza.

Esta montaña está formada fundamentalmente por pizarras. La pizarra es una roca metamórfica homogénea de grano fino formada por la compactación por metamorfismo de bajo grado de lutitas.​ Se presenta generalmente de color opaco negro azulado o negro grisáceo, pero existen variedades rojas, verdes y otros tonos. Está estructurada en lajas u hojas planas por una esquistosidad bien desarrollada (pizarrosidad). Debido a su impermeabilidad, la pizarra se utiliza en la construcción de tejados, como piedra de pavimentación, mesas de billar,​ e incluso para fabricación de elementos decorativos. También se utilizó antiguamente como elemento de escritura. Es por ello, que los pueblos al norte y al este de Patones, son conocidos como los pueblos de arquitectura negra, donde la pizarra es el material constructivo predominante.

Pizarra.

Al formarse las cordilleras a partir de colisiones continentales, estas colisiones conllevan la formación de plegamientos en la corteza terrestre, se trata de fenómenos que hacen que las rocas se vean sometidas a altas temperaturas y presiones en la dirección del movimiento, lo que produce la aparición de rocas metamórficas en dirección paralela al movimiento. Todo esto dio lugar a la aparición de una serie de montañas que con el paso del tiempo se erosionaron. Y dieron lugar a un paisaje con cerros montañosos de baja altura. En la actualidad la zona cercana al Cancho de la Cabeza se encuentra repoblada con pinares de pino silvestre, pino negro y pino resinero.

Jaras.

Desde el Cancho de la Cabeza se forma un macizo montañoso de alturas desordenadas y tapizado de jaras. Finaliza en los cerros de Torrelaguna y se prolongan hasta El Berrueco, donde se enlazan con la sierra granítica de la Cabrera. Dicen los vecinos de Patones que desde la cima se pueden observar hasta diecisiete pueblos. Para comprobarlo se puede recorrer la ruta del cancho de la cabeza. El recorrido de menos de 13 kilómetros de distancia y unas cuatro horas de duración asciende hasta la cima desde el pueblo, pero también se puede hacer un recorrido más corto desde el poblado que sirvió para los trabajadores de la presa del Atazar.

Vista de los meandros del Lozoya aguas abajo de la presa del Atazar desde el aparcamiento del poblado.
Monumento dedicado a los trabajadores de la presa del Atazar en el poblado.
Vista del poblado de la presa del Atazar desde la subida al Cancho de La Cabeza, al fondo la sierra del Rincon donde destaca la Peña de La Cabra.
Cortafuegos antes de coger el desvío a la derecha que nos lleva a la cumbre del Cancho de La Cabeza.
Vista al sureste, la vega del Jarama y a la izquierda la provincia de Guadalajara.
La Pizarra comienza a dominar el paisaje a medida que nos acercamos a la cumbre.
Refugio de pastores construido a base de pizarra, al fondo la cumbre del cancho de La Cabeza.
Interior del refugio de pastores.
Vistas de la presa de El Atazar, a la derecha la sierra del Rincón, al fondo la sierra de Guadarrama.
Detalle de las formaciones rocosas de pizarra.
Panel informativo junto a la cumbre.
Cumbre del Cancho de La Cabeza.
Vista de la presa, a la derecha el pueblo que le da nombre al embalse.
Vista de la cumbre del Cancho de La Cabeza.
Zona más occidental del Cancho de La Cabeza.
Vista al Oeste, en el centro la sierra de La Cabrera, detrás de ella y de derecha a izquierda, el Mondalindo, la sierra de la Morcuera y la Najarra, al fondo del todo la nevada cumbre de Peñalara.
Vista de la presa y el pueblo de El Atazar.
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Las Cárcavas de Uceda

Aunque son más conocidas las cárcavas de Alpedrete de la sierra (Valdepeñas de la sierra), un poco más al sur existen otras que no desmerecen en nada respecto a las primeras. Se trata de las cárcavas situadas al norte del término municipal de Uceda, en la provincia de Guadalajara, entre los cursos del río Lozoya y el río Jarama.

Las recorreremos perimetralmente, subiendo por su lado oriental, para rodearlas totalmente y bajar por el lado occidental

Las cárcavas son los socavones producidos por la erosión en los suelos con pendiente a causa de las avenidas de agua de lluvia. Se producen normalmente en sustratos de tipo arcilloso y se concretan en abarrancamientos formados en en los materiales blandos por el agua de arroyada que, ataca las pendientes excavando largos y pronunciados surcos de bordes vivos.

La flora de la sierra de La Cabrera 14, Jacintos del Bosque.

Cuenta la leyenda que esta flor nació de la sangre que brotó de la herida que el Dios Apolo infirió accidentalmente al hermoso héroe laconio llamado Jacinto, hijo del rey espartano Amiclas y Diómedes, causándole la muerte. Según dicha leyenda la belleza de Jacinto hizo que el Dios Apolo se enamorase de él. Un día los dos enamorados estaban jugando a lanzar el disco y Apolo quiso presumir ante Jacinto lanzando el disco con todas sus fuerzas, con tan mala suerte que su amado no pudo tomarlo con las manos y le impactó en la sien hiriéndole de muerte. Así, del torrente de sangre que teñía de rojo la hierba, brotó una flor de sombrío brillo como la púrpura de Tiro y de un tallo salieron numerosas flores en forma de lirio. Apolo, al ver que no podía curarle ni devolverle la vida, le concedió la inmortalidad bautizando la flor con el nombre de su amado. Por ello, a la entrada del verano, en Laconia se celebraba todos los años un gran festival en honor de Jacinto y de su divino amigo. «Las Jacintas», en el cual se rememoraba melancólicamente la prematura muerte del joven, y a la vez se celebraba su divinización.

Planta perenne provista de un bulbo subterráneo de unos dos centímetros de diámetro del que sale un tallo de hasta cuarenta centímetros de altura y en cuyo extremos se encuentran las hojas. Las flores aparecen en racimos de cuatro a dieciséis unidades dispuestas unilateralmente, pediceladas y bracteadas. El periantio, tepaloideo es cilíndrico, con segmentos de catorce a veinte milímetros, de color azul violáceo, que en el extremo se curvan hacia afuera. El androceo está formado por seis estambres que surgen de la base de los tépalos, con filamentos lineares y anteras amarillentas. El gineceo triocular que al madurar origina un fruto de tipo cápsula de quince milímetros y de forma ovoide. Florecen de Marzo a Junio.

Crecen en las orlas y claros de los bosques como robledales y abedulares, en suelos generalmente básicos o neutros, umbríos, desde el nivel del mar hasta los 1000 metros de altitud. Es característico en comunidades arbóreas de la clase quercus.

A los ingleses les encanta esta planta, allí la llaman «bluebell», que significa campanilla azul. Pero debemos distinguir dos tipos de campanillas azules, las inglesas son la especie Hyacinthoides nonscripta, mientras que las campanillas españolas son Hyacinthoides hispánica.

Este tipo de plantas tiene gran éxito en jardinería, ya que su cuidado no es demasiado complicado. Son bulbos que se naturalizan fácilmente. Prosperan a la sombra o con algo de sol en climas templados y lo hacen a pleno sol en climas fríos. Se multiplican fácilmente bajo la sombra de los árboles grandes y son excelentes compañeras de helechos y otras plantas del bosque.