El Bosque Finlandés de Rascafría.

Situado en el valle de El Paular, en el Valle Alto del Lozoya, rodeado de las montañas más altas de Madrid y probablemente en uno se los espacios naturales más bellos de toda la Comunidad de Madrid, nos encontramos con uno de los bosques más pintorescos e insólitos de toda la sierra. Se trata del Bosque «El Potario», más conocido popularmente como el «Bosque Finlandés», que recibe este nombre debido a su curioso parecido con los bosques de Finlandia.

Vista de Peñalara desde Rascafría

El bosque está ubicado en el término municipal de Rascafría, en la ribera sur del río Lozoya y aguas abajo del Puente del Perdón, entre el Monasterio Santa María de El Paular y el pueblo de Rascafría.

Río Lozoya

El mejor modo para llegar a este bosque es partiendo del Monasterio para cruzar el Puente del Perdón y tomar en dirección este el llamado «Camino del Papel» dentro de la finca de «Los Batanes». Según parece, los monjes que habitaban el Monasterio aprovechaban las aguas de Lozoya para la pesca, sus prados para el pastoreo y el bosque para la producción de papel. Se dice que fueron estos monjes cartujos los que suministraron el papel para la primera impresión de El Quijote en 1605. Estos monjes recorrían este camino desde el Monasterio hasta el molino de papel, hoy en día en ruinas.

En el Bosque podemos ver un pequeño lago con un embarcadero y una cabaña de madera con ventanas rojas que en origen fue una sauna. La estampa nevada de este conjunto, junto con los árboles que crecen alrededor (abedules, álamos, abetos …) es lo que da al lugar la sensación de estar en otras latitudes, en un bosque típico del centro y norte de Europa, de ahí el nombre de Bosque Finlandés.

Monasterio de Santa María de El Paular.

Ubicado en el valle alto del Lozoya, desde su fundación en 1390 y hasta el siglo XIX fue un Monasterio Cartujo. En 1954 empezó a operar como una abadía benedictina.

Las obras de construcción del cenobio cartujo dieron comienzo en 1390 por orden de Enrique II de Castilla y se prolongaron durante varios siglos. La ubicación fue elegida por el monarca, que según cuenta la tradición, decidió que el Monasterio fuese de la orden Cartuja, debido a que durante la guerra en Francia, su ejército había incendiado un Monasterio de la misma orden. Enrique II se ocupó de señalar a su hijo, que reinaría como Juan I de Castilla, el lugar exacto de su construcción, junto a una Ermita que se conocía como Santa María de El Paular. Esta Ermita aún existe, aunque rebautizada como capilla de Nuestra Señora de Monserrat.

El proyecto contaba con tres edificios: el monasterio, la iglesia y un palacio para use y disfrute de los reyes. En sus inicios se dieron cita diferentes maestros y arquitectos como Rodrigo Alfonso, que intervino también en la Catedral de Toledo, el morisco Abderramán, a quien se debe el refectorio gótico-mudéjar y Juan Guas, responsable del atrio y la portada de la iglesia, así como del claustro de los monjes, que cuenta con un templete octogonal muy característico que alberga en su interior una fuente. Un siglo después, a finales del siglo XV, Juan y Rodrigo Gil de Hontañón trabajaron en El Paular. La portada de acceso al patio del Ave María en el palacio se debe ebe a Rodrigo Gil de Hontañón.

La Iglesia tomó forma final durante el reinado de Isabel la Católica (1475-1504) y es la parte más sobresaliente de todo el conjunto. La reja que separa los fieles de los monjes fue realizada por el monje cartujo Francisco de Salamanca y es una obra maestra en su género. La sillería del coro, que en el año 1883 había sido trasladada a la Basílica de San Francisco el Grande de Madrid, se repuso en el año 2003 en su actual y original ubicación. Esta sillería de madera de nogal, fue tallada en el siglo XVI por el segoviano Bartolomé Fernández, que también fue el creador de la sillería de la iglesia del monasterio de El Parral en Segovia.

Lo mejor, sin embargo, es el retablo, realizado a finales del siglo XV en alabastro policromado. Recrea una serie de diecisiete escenas bíblicas con un extraordinario detalle. Según parece, fue una obra ejecutada en Génova, de donde la mandó traer su donante, Juan II de Castilla, aunque otras fuentes apuntan a que fue labrado in situ por artistas de la escuela de Juan Guas durante la última década del siglo XV. Así podría demostrarlo la gran cantidad de desechos del mismo alabastro que el del retablo que se arrojaron al patio de Matalobos para terraplenar determinado lugar, algunos de ellos parcialmente labrados y que han aparecido con motivo de recientes obras. Está perfectamente conservado , y recientemente ha sido objeto de una cuidadosa limpieza, que le ha devuelto todo su esplendor.

Puente del Perdón

El Puente del Perdón es un puente de piedra sobre el río Lozoya , que data de mediados del siglo XVIII. Originalmente fue erigido a comienzos del siglo XIV, en 1302, justo enfrente del Monasterio de El Paular, para sortear el curso del río Lozoya. Las crecidas del río y la dura climatología invernal del Valle Alto del Lozoya deterioraron en puente, por lo que a mediados del siglo XVIII fue reemplazado por uno nuevo, que es el que existe actualmente. Está edificado en sillería de granito y cuenta con tres arcos de medio punto y dos descansaderos levantados sobre los pilares, que cuentan con dos bancos de piedra.

Sirvió a los monjes de via de acceso hacia el molino de papel de Los Batanes, una de las principales industrias que explotaban los monjes cartujos de Santa María de El Paular. Como ya comentamos antes, de esta explotación salió el papel donde se imprimió la primera parte de Don Quijote de la Mancha en Madrid en 1605.

Dado el aislamiento del Valle del Lozoya, separado de Madrid y Segovia por dos cordilleras con cotas superiores a los 2000 metros de altura, las autoridades locales tenían por costumbre efectuar los juicios junto al puente. Los reos apelaban su sentencia ante el tribunal en el mismo puente y, si eran perdonados volvían sanos y salvos. Si no era así, los alguaciles les conducían a la casa de la horca, situada a unos dos kilómetros en dirección al puerto de Cotos.

Vista del Monasterio desde el puente del perdón
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Un bosque mágico

Los bosques siempre se han relacionado con la magia, el misterio y lo desconocido. Han sido siempre escenario de cuentos, referentes de nuestra cultura y fuente de inspiración para el arte. Tienen el poder de proteger el medio ambiente mediante procesos naturales autorregulables, tienen la capacidad de regular el ciclo del agua al funcionar como esponjas, protegen los suelos de la degradación producida por la erosión y son auténticos reservorios de la biodiversidad. Los bosques funcionan como verdaderos sumideros de CO2, fijan el carbono y absorben eficientemente este gas de efecto invernadero, siendo aportadores netos de oxígeno, sobre todo en masas arbóreas jóvenes o en crecimiento. Por ello son nuestra mejor protección contra el calentamiento global. Los bosques han sido siempre una fuente de recursos económicos para el hombre, la madera como material de construcción ecológico, el bosque como soporte para la producción ganadera extensiva, la caza, la miel, las setas, los frutos silvestres, las resinas, la biomasa como combustible, etc etc. Además se han convertido en un atractivo reclamo turístico ya que embellecen el paisaje. Son esos lugares donde el silencio es sabio, lugares que desde la noche de los tiempos han sido la farmacia de los alquimistas y el refugio para los buscadores de sombras.

Todos los bosques son especiales, cada uno tiene un encanto particular, tanto es así, que cualquiera querría perderse en ellos para descubrir sus secretos. Podríamos citar muchos ejemplos de diferentes tipos de bosques:

El Bosque Hallerbos en Bélgica, que cuando llega la primavera florecen miles de campañillas creando una intensa alfombra azul en el suelo, un efímero espectáculo que apenas dura unos días.

El Bosque de Bambú de Japón, situado cerca de Kioto. Formado por enormes árboles de Bambú perfectamente alineados de hasta 20 metros de altura.

La Selva de Irati en Navarra, un precioso hayedo que en otoño se convierte en una espectacular paleta de colores donde contrasta el verde del musgo con los rojos, ocres y amarillos de las hojas caídas en el suelo.

El Bosque del lago Caddo, en Texas (USA), un impresionante bosque de cipreses de los pantanos, que unido a la niebla le da un aire tenebroso y fantasmagórico.

El Bosque de Sherwood, el legendario bosque de Robin Hood, más de cuatrocientas hectáreas de una espesa masa de robles centenarios.

Secuoya National Park en USA, un bosque formado por los gigantes del reino vegetal, Secuoyas gigantes donde destaca sobre todos el «General Sherman» con sus 84 metros de altura y 11 metros de diámetro.

La lista de bosques mágicos en el mundo es muy extensa y variada, pero hoy haremos un recorrido por un bosque madrileño, más en concreto por el bosque de «La Dehesa Bonita» de Somosierra. Un pequeño y singular bosque vestigio de las épocas glaciares pasadas. Un pequeño tesoro formado por robles, acebos, avellanos, serbales, pinos y sobre todo por abedules, que si en otoño luce con esplendor por su colorido, en invierno ofrece una maravillosa visión para los ojos cuando la nieve cubre las ramas de los árboles que lo forman.