La flora de la sierra de La Cabrera 11, amapola, «La protectora de almas».

Si hay una flor agradecida, esta es la amapola silvestre (papaver rhoeas). Aunque las amapolas silvestres no suelen plantarse para engalanar un balcón o decorar un jardín, es innegable que cuando su color rojo escarlata nos llama la atención desde una cuneta, un descampado, un campo de cereal, una cuneta o las grietas de una acera cualquiera, algo se alegra en nuestra alma. Y es que esta humilde flor, puede nacer donde quiera. Pero no te dejes engañar por su sencillez, su historia es legendaria.

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Es probablemente la flor de la que hay más literatura y leyendas por estar asociada desde tiempos inmemoriales al hombre y a la agricultura. De todas las leyendas sobre las Amapolas, hay una que destaca sobre todas las demás. Esta leyenda esta sacada del antiguo libro Oriental  “La protectora de las almas”. Ey-chan-Y-Taipu

LA PROTECTORA DE ALMAS. 

Se dice que, hace incontables lunas, cuando nuestro mundo aún era joven no existían las amapolas.
En aquel tiempo vivía una joven muchacha a la que llamaban Idariel, de hermoso corazón y apariencia. Cuentan que tenía un largo cabello rojo y unos ojos profundos del color del azabache, amables y dulces como los de una madre. Habla la leyenda de que ella tenía la capacidad de hablar con los árboles; ellos le contaban hechos pasados, la aconsejaban y ayudaban cuando la duda aparecía en su corazón, y ella usaba la sabiduría del bosque para ayudar a su pueblo y sus amigos, sin embargo ella no tenía familia.
Un día, en el que ella hablaba con el castaño más viejo, un joven de ojos verdes como las hojas de los árboles en primavera, que paseaba por el bosque, quedó embobado al contemplar su agraciada naturaleza. El anciano castaño, al ver que el chico se había quedado de pie como un pasmarote cerca de donde ellos estaban, divertido le dijo a su joven amiga que la estaban observando. Ella se dio la vuelta y miró al chico de cabellos de color arena, y lejos de estar molesta le invitó a que se sentara junto a ella. El chico un poco avergonzado al principio de que lo hubieran descubierto aceptó la invitación, y así pasaron las tarde ellos juntos. El chico le contó que provenía del pueblo al otro lado del río, que él era hijo de un cazador y que tenía dos hermanas menores. Ella le habló de su pueblo y sus gentes, y también del bosque y de su especial don.
Al anochecer se despidieron, sin embargo, antes de marcharse el chico, de nombre Atero le preguntó: “¿Vendrás mañana?”
Ella sonrió de forma amable “Siempre vengo al bosque, todos los días”.
Y así se despidieron para volverse a ver al día siguiente, y al siguiente, y el siguiente también. Pasaron muchos días juntos, riendo y hablando en el bosque; Y los árboles eran felices, pues ahora su amiga ya no estaba tan sola.
Un día Atero decidió mostrar a Idariel su particular habilidad, y donde antes había un joven en ese momento un lobo de color arena y ojos verdes se encontraba delante suya. Sorprendida y a la vez alegre, pues no se había percatado de que su amigo era un lobo, se sintió contenta de que confiara en ella. Y así pasaron días, semanas y meses, en los que ambos disfrutaban de la compañía del otro.
Sin embargo llegó una mañana en la que el rostro de Atero no mostraba la sonrisa despreocupada de siempre, pues había malas noticias. Una guerra entre clanes había arrastrado a su pueblo a una batalla, y él debía ir. Por supuesto ella le rogó que no fuera, la guerra era una enfermedad que corrompía a los mortales y podría morir, pero él tenía que irse, para proteger su familia y su pueblo, y para evitar que la discordia cruzara el río y llegara hasta el hogar de Idariel.
Aún así ella se negó, y suplicó y suplicó para que se quedara y no se marchara de su lado, pero la decisión ya estaba tomada. No obstante Atero decidió quedarse una noche más junto a Idariel, una noche que ellos nunca olvidarían, en la que sus cuerpos y sus almas se fundieron en uno solo, y desde la cual sus corazones latirían al unísono por siempre.
A las primeras luces Atero se marchó, pero le hizo prometer algo a Idariel; que ella fuese todos los días al lugar en el que se vieron por primera vez, pues el tiempo en el que volviera allí estaría. Así lo prometió ella y así se marchó él.
Desde aquel día pasó una luna completa, en la que Idariel iba cada amanecer a esperar en el viejo castaño, y donde se quedaba hasta el crepúsculo. Sin embargo una funesta noticia recorrió todo el bosque la noche después al cumplirse la primera luna, fue tal el conocimiento que ningún árbol se atrevería a contárselo a Idariel, pero alguien debía hacerlo, y así el anciano castaño fue el encargado de comunicar la noticia.
Aquella mañana, como siempre Idariel se sentó entre las raíces del viejo árbol a esperar, con las piernas rodeadas por sus brazos y su rostro sobre las rodillas.
“Mi niña, no esperes más, él ya no volverá” dijo la voz profunda del anciano.
Los ojos de la joven se abrieron de forma antinatural, y se dirigieron a su longevo amigo, su cabeza empezó a moverse de izquierda a derecha ligeramente, “No…”. De sus ojos comenzaron a sangrar cristales líquidos, y su cuerpo inició su temblor. Su llanto por nadie podría ser detenido.
La angustia y el dolor oprimían su pecho, y aquellos sentimientos pasaron a los árboles, pues para la tierra conocedora de todo no existían los secretos, y el bosque entero conoció el sufrimiento de su amiga. Idariel lloró, lloró hasta que no le quedaron lágrimas, hasta que su cuerpo no pudo aguantar más el sufrimiento. Tomó aquel pequeño cuchillo que ella solía llevar para cortar con delicadeza los frutos de la tierra, y se lo clavó en el pecho. Sus amigos habrían tratado de impedirlo, pero ¿qué podrían haber hecho ellos? No eran más que árboles.
La sangre manó de la herida, e Idariel cerró los ojos y se recostó sobre la robusta corteza de su anciano amigo, para nunca abrirlos más.
El bosque entero se conmocionó ante ello, y rogaron a Lhan, el dios de la tierra y los humanos que hiciera algo por su hija, que no permitiera que muriera así. Lhan oyó las súplicas de los árboles, pero existían antiguas normas, y él no podía actuar así, el bosque debía ofrecer algo a cambio.
Aquella espesura sacrificó una única cosa, se encerrarían en si mismos y nunca jamás un mortal podría volver a escuchar las voces de los árboles, y ese fue el precio que pagaron.
Pese a todo, a Lhan no le estaba permitido devolver a la vida a la joven, pero si pudo hacer algo. De la primera gota carmesí que Idariel derramó surgió una bella flor, de pétalos rojos y corazón negro, como el azabache. Y así de la sangre de Idariel nacieron las flores, y con su cuerpo ocurrió lo mismo, quedando a los pies del castaño un hermoso manto de algodones rojos.
Cuentan que, en la tumba de Atero, al poco de ser enterrado, aparecieron más de estas flores, y pasados los años, en cada tumba siempre surgía alguno de estos brotes.
Al convertir Lhan a Idariel en aquella nueva vida le encomendó una misión, ella cuidaría de los muertos hasta que llegara el momento de llegar al Taront, y a cambio tendría un compañero que nunca se apartaría de ella, de ojos verdes y de cabello del color de la arena.
Y así fue como decidieron llamar a la flor de pétalos rojos y corazón negro Amapola, que significa, “la protectora de las almas”. ihcuc arap.

Ey-chan-Y-Taipu

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LAS AMAPOLAS EN LAS DISTINTAS CULTURAS

Los egipcios ya incluían amapolas en sus tumbas y ritos funerarios.

Para los chinos son un símbolo de lealtad y fe entre amantes. La leyenda cuenta que Lady Yee acompañaba a su marido en todas las batallas y se quedaba junto a él mientras luchaba. Durante una de esas contiendas, cuando quedó claro que el ejército de su marido iba a ser derrotado, ella bailó con la espada de él para reconfortarle. Pero su danza fue inútil. Desolada, Lady Yee acabó con su vida y de su tumba nacieron amapolas como símbolo de su entereza y la fuerza de su espíritu.

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El mundo clásico no es ajeno a las leyendas sobre las amapolas. Los griegos usaban estas flores como amuleto para el amor y las consideraban un símbolo de fertilidad y una fuente de energía, a la vez que también sabían de sus poderes somníferos. Para estimular a sus atletas, por ejemplo, les proporcionaban un brebaje de semillas de amapola, vino y miel antes de competir.
Además, los griegos tenían varios mitos para explicar su origen. Según algunos fueron creadas por Somnus, el dios del sueño, para ayudar a Ceres, la diosa del maíz. Ceres no conseguía que el maíz creciera ya que estaba exhausta intentando encontrar a su hija. Las amapolas le ayudaron a conciliar el sueño y el maíz pudo crecer mientras Ceres dormía. Según otros, la creadora fue Demeter, diosa de la agricultura y de la fertilidad, se la asocia con los cereales, lugar donde crece la amapola. Su hija Perséfone estaba recogiendo amapolas cuando fue raptada por Hades, dios de los Infiernos. Demeter ignoraba el destino de su hija, como esposa de Hades, y se dedicó a recorrer el mundo para buscarla y prohibió a la tierra que produjera frutos hasta que no la encontrara. Zeus, padre de los dioses, tuvo que intervenir y ordenó que Perséfone pasara seis meses al año con Hades y seis meses en la tierra con su madre. Por eso la tierra duerme durante la ausencia de Perséfone y despierta a su regreso. Así pues la amapola es el símbolo de la fertilidad, pues crece en lo trigales, del sueño, al ser pariente de la adormidera y de la resurrección por la alternancia de Perséfone en los infiernos y su vuelta a la tierra.

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Los romanos creían que las amapolas podían curar el mal de amores y las usaban como planta mágica para la adivinación. Fueron ellos quienes las introdujeron en Britania, donde se asociaron al descanso y al olvido.
En el cristianismo medieval se solían representar talladas en muchos de los bancos de las iglesias para simbolizar el sueño eterno. En la Edad Media también creían que el humo que desprendían las amapolas al quemarse ahuyentaba a los malos espíritus.
Aparentemente, durante las guerras napoleónicas era muy común ver amapolas alrededor de las tumbas de los soldados caídos en combate.

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Pero las leyendas no acaban aquí. Se cuenta que una bruja malvada convirtió a una mujer en amapola y la condenó a vivir entre estas flores durante el día. Solo se le permitía visitar a su familia por la noche. Una de esas noches, la mujer le confesó a su esposo que para poder romper el hechizo debía encontrarla entre las demás amapolas y arrancarla. Por la mañana, el marido fue al campo y se encontró con cientos de amapolas todas muy parecidas entre sí. Después de observarlas cuidadosamente una a una, y tras pensar y pensar, el hombre tomó una decisión y arrancó la única amapola libre del rocío de la mañana. Esa tenía que ser su esposa ya que había pasado la noche en la casa. Y acertó. Y así deshizo el hechizo de la maléfica bruja y los dos pudieron vivir felices.

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Pero no es solo mitología lo que dan de sí las amapolas silvestres. Esta flor provoca sudoración, es suavemente narcótica, tiene propiedades anticatarrales, combate la tos, los problemas de pulmón, las anginas y la inflamación de párpados. Tiene efectos calmantes y es un relajante del sistema nervioso. Si has visto El mago de Oz recordarás que Dorothy se queda dormida en un campo de amapolas plantado ex profeso por la Malvada Bruja del Oeste. Hay que recordar que esta planta es una pariente de la adormidera (papaver somníferum), una flor muy parecida pero de pétalos blancos, violeta claro o rosáceos, y la planta de la que se extrae el opio.

Las amapolas son también un antioxidante natural que ayuda a prevenir la osteoporosis y las enfermedades cardiovasculares y, además, sus semillas se utilizan en la cocina para dar sabor y decorar panes y pasteles e incluso para espesar curris y salsas (India).
Por eso, la próxima vez que veas una amapola, no la arranques. Recuerda que en tan solo cuatro pétalos rojos se encierran los misterios de milenios y que incluso pintores y poetas le han dedicado obras y canciones.

 

RED POPPY, UN SÍMBOLO EN EL REINO UNIDO.

Después de la I Guerra Mundial, estas flores también brotaron alrededor de las sepulturas de los soldados en los campos de batalla de Flandes. Por eso, y porque se considera que su color es el de la sangre de los que murieron luchando, las amapolas se han convertido en un emblema para conmemorar a los muertos en combate. En el Reino Unido, por ejemplo, es común ver a gente con una amapola en la solapa cuando quieren recordar a los caídos en la guerra.
Con el otoño, los trajes de los británicos lucen pequeñas amapolas rojas, que siguen ahí hasta el 11 de noviembre. Lo hacen los políticos, pero también los actores, los presentadores de televisión y la gente corriente. Desde finales de octubre y hasta el 11 de noviembre, muchos británicos lucen en la solapa una pequeña amapola, conocida como «red poppy».
La flor tiene una larga historia detrás, que arranca con el fin de la Primera Guerra Mundial. El 11 de noviembre de 1918 se firmó el armisticio que puso fin al conflicto y, desde entonces, los países de la Commonwealth celebran esa jornada el Día del Recuerdo, con la que se quiere homenajear a los caídos en las guerras.
La «red poppy» es el símbolo que recuerda a todas esas víctimas. Su origen está en el poema «En los campos de Flandes» de John Mc Cae:

«De nuestras inertes manos te lanzamos
la antorcha; es tu tarea mantenerla bien alta.
Si nos traicionas a nosotros que perdimos la vida
nunca descansaremos, aunque las amapolas crezcan
en los campos de Flandes»”.

La amapola era la flor que inundaba los campos franceses donde miles de británicos se dejaron la vida en la Primera Guerra Mundial».

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LEYENDAS URBANAS Y SU MALA PRENSA

Circula desde hace mucho tiempo una leyenda urbana que dice que el opio se extrae de la amapola silvestre. Esta planta, cuyo nombre binomial es papaver rhoeas, es una vistosa flor cuyas hojas o pétalos son de un llamativo color rojo, siendo muy común verla crecer en campos, descampados y a los lados de la carretera.
Muchas son las historias que han corrido alrededor de las amapolas en las que se explican todo tipo de hechos que relacionan directamente a esta planta con la droga. Ese es el motivo por el que es muy común que algunos propietarios de terrenos se encarguen de arrancarlas rápidamente tal y como observan que han crecido amapolas en sus campos o fincas, ante el miedo de recibir la visita de los agentes de la autoridad y evitando así cualquier posible sanción.
En realidad, lo que ha llevado a la confusión a muchas personas, para relacionar a las amapolas con la extracción de opio, es su gran parecido con otra planta muy similar llamada comúnmente adormidera (papaver somniferum) cuyos pétalos son blancos, rosáceas o violeta claro, pero no de color rojo.
De la adormidera sí que se extrae el opio debido a que posee un gran número de alcaloides como la morfina, la papaverina o la codeína y su toxicidad desaconseja el consumo continuado.
Respecto a la amapola, lo que sí es cierto es que puede resultar ligeramente venenosa si es ingerida por animales herbívoros, pero cocinada o infusionada pierde su toxicidad. Los alcaloides contenidos en la flor tienen propiedades sedantes, por lo que es utilizada por algunas personas para realizar infusiones, que se recomiendan en casos de insomnio, ansiedad, depresión, nerviosismo. Otras de sus propiedades son sus efectos expectorantes y su uso para combatir la tos.

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PAPAVER RHOEAS

Papaver rhoeas, la amapola silvestre, es una especie fanerógama del género Papaver, perteneciente a la familia Papaveraceae (papaveráceas).

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Es una planta de ciclo anual que puede alcanzar más de 50 cm de altura. Posee tallos erectos y poco ramificados con finos pelillos. Las hojas, que nacen alternas a lo largo del tallo, sin peciolo, son pinnadas y muy dentadas en los márgenes con una única nervadura central. Las flores, de color escarlata intenso, acampanadas y casi esféricas, poseen cuatro finos pétalos y dos sépalos vellosos. Los pétalos son muy delicados y se marchitan rápidamente, por lo que las flores no pueden usarse en adornos florales. Los estambres, de color negro, forman un racimo anillado alrededor del gineceo, lo que le da el aspecto de botón negro. El fruto es una cápsula unilocular con falsos tabiques, verde pálido, de forma ovalada/subglobosa, truncada por una especie de tapa en la parte superior (disco) con 8-18 radios y con numerosas semillas inframilimétricas, que escapan a través de poros debajo del disco superior (dehiscencia porícida). Dichas diminutas semillas son, como en todas las especies del género, de forma arriñonada, alveoladas con retículo poligonal y de color pardo. Florecen de principio a final de la primavera. No resisten los climas cálidos ni la humedad.

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La amapola se ha asociado a la agricultura desde épocas antiguas. Su ciclo de vida se adapta a la mayoría de los cultivos de cereales, florecen y granan antes de la recolección de las cosechas. Aunque se la considera una mala hierba, es fácil de combatir con los habituales métodos de control de plagas.

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Las hojas son levemente venenosas para los animales herbívoros. Las hojas verdes frescas (antes de la floración) pueden cocinarse como las espinacas, y son muy apetecibles, con un sabor característico, y pierden las propiedades venenosas al cocinarse, aunque tienen efectos sedantes por los alcaloides que contiene, por lo que su consumo como alimento ha venido decayendo en el sur de Europa.

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Las semillas son inofensivas y a menudo se utilizan como condimento y en bollería, mientras que los pétalos se usan para elaborar siropes y bebidas no alcohólicas. La savia, los pétalos y las cápsulas contienen rhoeadina, un alcaloide de efectos ligeramente sedantes, a diferencia de la especie Papaver somniferum (adormidera u opio), que contiene morfina. El consumo excesivo puede causar molestias intestinales, y hasta dolor de estómago.

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No se sabe el origen de Papaver rhoeas, pero se encuentra ampliamente extendida en Eurasia y el norte de África (donde se emplea para la elaboración de cosméticos). Por encontrarse frecuentemente en áreas de cultivo, la Papaver rhoeas se ha extendido con las zonas de agricultura, es decir, han colonizado áreas debido a la influencia del ser humano (plantas hemerochories).

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Papaver argemone fue descrita en Species Plantarum, que fue publicado en 1753, como un trabajo en dos volúmenes por Carlos Linneo. Su principal importancia radica en que es el punto de partida de la nomenclatura botánica que se usa hoy en día. Esto quiere decir que no se aceptan como «válidamente publicados» los nombres de taxones anteriores a la fecha de publicación de este libro, y los primeros taxones «válidamente publicados» son los que aparecen en este libro.

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Etimológicamente: Papaver es el nombre genérico del latín păpāvĕr, vĕris, para la amapola. Rhoeas es el epíteto latino, que significa «amapola roja».

 

 

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La flora de la sierra de La Cabrera 10, crocus vernus.

En las zonas altas de las montañas de la sierra de Guadarrama es fácil ver en primavera unas pequeñas florecillas de gran belleza. El crocus holandés o crocus vernus (crocus de primavera) es una planta ornamental, perenne y bulbosa perteneciente al género Crocus y a la familia Iridaceae.

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Esta especie es originaria de las zonas altas del sur de Europa, a excepción de los Pirineos. Crocus vernus ha dado origen a numerosas variedades de jardín, de flores grandes, conocidas como crocos holandeses.

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La especie típica tiene un cormo redondeado, 2 a 3 hojas lineales con una nervadura central blanca y produce una flor por bulbo, blancas, amarillas o violetas. Los estambres presentan anteras amarillas y filamentos blancos. El estilo se abre en tres ramas estigmáticas con forma de abanico. Florece tempranamente, a fines del invierno o principios de primavera.

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No confundir con el «quitameriendas» que florece en otoño y es habitual verlo en zonas más bajas de la sierra, normalmente en las dehesas.

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Crocus.

Crocus es un género de plantas bulbosas perennes perteneciente a la familia Iridaceae. Con más de 80 especies, el género está ampliamente distribuido en África del Norte, Asia y Europa. Es el único género de la tribu Croceae.

Son plantas perennes cuyo órgano subterráneo de reserva es un cormo. Los cormos de las diferentes especies varían mucho en tamaño y forma. Las túnicas del cormo, o sea, las cubiertas más externas del cormo formadas por las bases foliares expandidas, también varían mucho entre especies. Así, hay especies con túnicas papiráceas, fibrosas o con la textura de la cáscara de un huevo. Además, las especies con túnicas fibrosas pueden tener las fibras de las túnicas dispuestas en forma paralela, o bien, reticulada. Los crocos son plantas pequeñas, cuyas flores no superan los 15 cm de altura, aunque las hojas pueden ser considerablemente más largas. Las hojas de todas las especies presentan una característica estría blanca central que permite identificarlas fácilmente.
Las flores presentan un perigonio acampanado compuesto de 6 tépalos distribuidos en dos series de tres. Los externos son frecuentemente un poco más grandes que los internos. Los tépalos están unidos en su parte inferior, formando un tubo muy largo, que emerge desde el suelo. El color de los pétalos es bastante diverso dentro de la gama del blanco, amarillo y púrpura, con muchísimos tonos y combinaciones de los colores básicos. Las flores son actinomorfas y hermafroditas, tienen 3 estambres y las anteras pueden ser amarillas, blancas o negras. El polen puede ser de color blanco o amarillo. El ovario es ínfero, trilocular, con los lóculos pluri ovulados. El estilo se extiende por el centro de la flor entre las anteras y se halla dividido en 3 o más ramas. El tipo de ramificación del estilo es una característica importante para distinguir las diferentes especies. Muchas especies tienen una deliciosa fragancia a miel. La polinización en Crocus es entomófila y la llevan a cabo abejas, avispas y mariposas. El ovario es subterráneo y, a medida que las semillas van madurando, es empujado hacia arriba por el tallo que se va elongando. De este modo las semillas en desarrollo quedan protegidas de los herbívoros hasta el momento en que se hallan listas para su dispersión. Las semillas en general ya están maduras en el momento en que las hojas se secan. El fruto es una cápsula dehiscente por tres valvas. Algunas especies florecen en el otoño, antes, conjuntamente o después de que emergen las hojas, otras florecen en el invierno y, finalmente, otras lo hacen en la primavera.

Por ser tan variables en su época de floración y de colores tan brillantes son muy apreciadas en jardinería. Se conocen más de cien especies y subespecies de crocos, de las que se cultivan unas 30.
Como curiosidad, decir que el azafrán, utilizado en la cocina de muchos países, son los estigmas secos de Crocus sativus, una especie que florece en otoño, del que se necesitan recolectar unas 150.000 flores para obtener un kilo de azafrán, a partir de los estigmas de éstas.

El género fue descrito y publicado en Species Plantarum, publicado en 1753, como un trabajo en dos volúmenes por Carlos Linneo. Su principal importancia radica en que es el punto de partida de la nomenclatura botánica que se usa hoy en día. Esto quiere decir que no se aceptan como «válidamente publicados» los nombres de taxones anteriores a la fecha de publicación de este libro, y los primeros taxones «válidamente publicados» son los que aparecen en este libro.
Etimología

Crocus: nombre genérico que deriva de la palabra griega: κρόκος ( krokos ).​ Esta, a su vez, es probablemente una palabra tomada de una lengua semítica, relacionada con el hebreo כרכום karkom, arameo ܟܟܘܪܟܟܡܡܐ kurkama y árabe كركم kurkum, lo que significa «azafrán» (Crocus sativus), «azafrán amarillo» o la cúrcuma (ver Curcuma). La palabra en última instancia se remonta al sánscrito kunkumam (कुङ्कुमं) para «azafrán» a menos que sea en sí mismo descendiente de la palabra semita.​

La flora de la sierra de La Cabrera 9, narcissus bulbocodium y la leyenda de Narciso.

Existen algunos tipos de flores que llevan asociadas mitos o leyendas desde tiempos ancestrales. Probablemente el Narciso sea la más representativa de todas ellas. Veremos unas fotitos de los narcisos que crecen en las dehesas de La Cabrera y el gusto que muestran por ellas las vacas. Al final recordaremos la leyenda asociada a esta flor.

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El narcissus bulbocodium es una especie botánica de la familia de las amarilidáceas. Se trata de una planta pequeña con flores grandes y solitarias. Hojas de color verde oscuro de 1,5 a 4 mm de ancho, ascendentes. Tallo cilíndrico de color verdoso, de 10 a 25 cm de altura y raíz bulbácea. Sus flores son de color amarillo claro, espata visible y papirácea. Tiene corola obcónica de 8 a 25 mm de largo, tépalos pequeños puntiagudos, estambres largos con los filamentos curvados que no sobresalen del borde y estilo largo. fruto en cápsula con 3 valvas.
Se trata de una planta vivaz. Florece temprano, entre los meses de marzo y abril; en el sur, incluso en febrero. En la montaña florece más tarde. En cualquier caso, los narcisos son unas de las primeras flores en aparecer en primavera.
Crece en praderas y claros de bosques o matorrales desde el nivel del mar hasta la montaña en la Península Ibérica y el suroeste de Francia. También alcanza Marruecos, aunque algunos autores consideran que se trata de una especie diferente.
Crece en prados y pastos de colinas y montañas, arenales y cervunales en alta montaña. Se distribuye por Francia, Portugal y norte de África. En España en la Cordillera Cantábrica y en el Sistema Central.

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Narcissus bulbocodium fue descrita por Carlos Linneo en Species Plantarum, que fue publicado en 1753, como un trabajo en dos volúmenes por Carlos Linneo. Su principal importancia radica en que es el punto de partida de la nomenclatura botánica que se usa hoy en día. Esto quiere decir que no se aceptan como «válidamente publicados» los nombres de taxones anteriores a la fecha de publicación de este libro, y los primeros taxones «válidamente publicados» son los que aparecen en este libro.

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Narcissus es el nombre genérico que hace referencia del joven narcisista de la mitología griega Νάρκισσος (Narkissos) hijo del dios río Cephissus y de la ninfa Leiriope; que se distinguía por su belleza.
El nombre deriva de la palabra griega: ναρκὰο, narkào (narcótico) y se refiere al olor penetrante y embriagante de las flores de algunas especies (algunos sostienen que la palabra deriva de la palabra persa نرگس y que se pronuncia Nargis, que indica que esta planta es embriagadora).
Bulbocodium es el epíteto latino que significa «bulbo lanoso».

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Las amarilidáceas (Amaryllidaceae) son una familia de plantas herbáceas, perennes, bulbosas o rizomatosas, pertenecientes al orden Asparagales de las monocotiledóneas. Pueden ser fácilmente reconocidas por sus flores trímeras dispuestas en inflorescencias similares a umbelas, las cuales se hallan rodeadas de dos brácteas en la extremidad de un escapo. La familia está compuesta por alrededor de 73 géneros y aproximadamente 1600 especies y se distribuye por todo el mundo. La diversidad de esta familia se halla taxonómicamente organizada en tres subfamilias, a las que hasta hace poco tiempo se les reconocía la categoría de familia: amarilidóideas, alióideas y agapantóideas. Salvo esta última, que presenta un solo género, las dos restantes se dividen en varias tribus.​
Las amarilidáceas presentan una considerable importancia económica y cultural. De hecho, muchas de sus especies son utilizadas como condimento, plantas ornamentales, hortícolas y medicinales.

Las amarilidáceas son plantas terrestres, raramente acuáticas o epífitas, herbáceas o suculentas y, excepto cuatro especies, perennes. Presentan bulbos o, más raramente, rizomas —por ejemplo en Clivia, Scadoxus y Agapanthus—. Los bulbos se hallan recubiertos por las bases membranosas de las hojas, formando una estructura que se denomina «túnica». La raíz primaria se halla bien desarrollada.2​
Las hojas son simples, paralelinervadas, de borde entero, lineares, oblongas, elípticas, lanceoladas o filiformes, sésiles o pecioladas, generalmente arrosetadas, espiraladas o dísticas. Presentan un meristema basal persistente y desarrollo basípeto.

Una flor con leyenda propia, la leyenda de Narciso.

En los tiempos pasados de la civilización griega, había un joven que respondía al nombre de Narciso. Era distinguido, alegre y sobre todo apuesto. Algo que volvía realmente locas a las jóvenes griegas de aquel momento.
Sin embargo, Narciso tenía un defecto, solo sabía quererse a sí mismo. Daba igual lo guapas o ricas que fueran las mujeres que se le acercaban, él siempre las rechazaba. Su ego y vanidad le impedían querer más a una persona, sólo se quería a sí mismo.
Fue cuando Eco, una ninfa del monte Helicón, intentó agasajar al joven Narciso con su bella e inocente voz. Antiguos mitos y leyendas decían que la voz de esta deidad femenina podía articular las más bellas y bonitas palabras jamás escuchadas.
Pero sobre Eco caía una fatal maldición. Hera, celosa de esta ninfa, no quería que encandilase a su esposo Zeus, y por ello la maldijo quitándole su voz y provocándole que solo pudiese articular la última palabra de la persona con la que estaba conversando.

Como todos sabemos, el amor es un sentimiento tan fuerte, que Eco no se podía permitir perder a Narciso. Por ello, un día le siguió sigilosamente a través de los bosques para hacerle conocer sus profundos sentimientos. Pero esto se antojaba imposible debido a su más que horrible maldición. ¿Y qué hizo Eco? Se sirvió de su sintonía con la naturaleza y los animales para que estos le dijesen a Narciso que lo amaba profundamente.
Narciso se tomó la declaración de esta ninfa con cierta mofa. ¿Cómo era posible que él se pudiese enamorar de una chica muda? Él, que era el más guapo y apuesto de toda la península del Peloponeso. Él, que podía tener las jóvenes más guapas y bellas de toda Atenas, Esparta o Corinto. Él, que no tenía rival sobre la faz de la tierra… En definitiva, Narciso no salía de su asombro.

Tras la reacción jocosa de Narciso, Eco se marchó a las cuevas para pasar el resto de su vida sola, triste y rota de desamor. Sin embargo, antes de su muerte, esta musa oró a Némesis, deidad de la venganza y la justicia divina, maldijo a Narciso a enamorarse únicamente de su propio reflejo.

Y parece que si tuvo efecto esta maldición. Cuando Narciso fue un día al río Estigia para refrescarse un poco, este se acercó, se vio reflejado el agua y pensó: “Pero qué guapo soy, voy a acercarme un poco más al agua para deleitarme con mi belleza”. Narciso se acercó tanto al borde para admirarse que cayó finalmente al agua y murió ahogado.
La maldición que propuso Eco funcionó a la perfección y Narciso pasó el resto de la eternidad en el Inframundo, atormentado por su soberbia y su vanidad. Con el paso de los siglos se dijo que en este lugar creció una flor de lo más particular, que se caracteriza sobre todo por su enorme belleza y colorido en sus pétalos. Se le dio el nombre de narciso.
Conclusión, huir de las personas vanidosas y narcisistas. Solo te traerán dolores de cabeza ya que son sujetos que solo piensan en sí mismos en la mayoría de ocasiones.
Su ego y su orgullo les impedirá muchas veces empatizar con los demás, algo que ya sufrió Eco, la protagonista de esta leyenda, con la que muchos pueden sentirse identificados.

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La flora de la sierra de La Cabrera 8, rosa canina, rosal silvestre, escaramujo o tapaculos.

En esta ocasión hablaremos de otro arbusto muy común en la sierra de Guadarrama y más concretamente de la sierra de La Cabrera, que es de donde se han tomado todas estas fotos.

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El uso medicinal de la rosa silvestre es viejo, como lo demuestra su presencia en la Capitulare de «villis vel curtis imperii», una orden emitida por Carlomagno que reclama a sus campesinos para que cultiven una serie de hierbas y condimentos incluyendo las «rosas» identificada actualmente como Rosa canina.

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En el Japón se cree que es muy bueno para la piel y se prepara en forma de infusión.
Su mermelada se prepara marinando la pulpa con el caldo de la cocción de la nuez y triturándola posteriormente, antes de su mezcla con el azúcar. También es antiinflamatorio y cicatrizante.

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Durante la Segunda Guerra Mundial, los escolares británicos tenían asignada la tarea de recolectar escaramujos. Con estos frutos se fabricaba jarabe de escaramujo, una excelente fuente de vitamina C. De esta manera, se reemplazaban las importaciones de naranjas, interrumpidas por el bloqueo naval de los submarinos alemanes.

 

La prueba del arraigo del rosal silvestre en los usos y costumbres de las gentes es la gran cantidad de nombres con los que se conocen estos frutos y la planta en general. Además de rosal silvestre esta planta se conoce como rosal montés, rosal campesino, rosal bravo, rosal perruno, rosal de culebra, rosal del diablo, rosal de escaramojos, escaramojo, escarambrojo, caramujo, calambrujo, escambrujera, escambrujo, escaramujo, escarbaculo, zarraculos, carmín, monjolinos, gabarda, galabardera, garrabera, gavanzo, rosal garbancero, zarza garbancera, agavanzo, zarzarrosa, zarzaperruna, espino vero, picacostillas, picaespalda, alcaracache y tapaculos (referido a su fruto). Algunos de estos nombres definen con castiza elocuencia la principal virtud de este fruto, como veremos a continuación.

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Es una planta nativa de Europa, Canarias, Madeira, el noroeste de África (Argelia, Marruecos y Túnez), el oeste de Asia (Afganistán, Irán, Irak, Líbano, Palestina, Siria, Armenia, Azerbaiyán, Georgia, el sur de Rusia y Tayikistán) y el subcontinente indio. Sin embargo, está naturalizada y asilvestrada prácticamente en todo el mundo, incluyendo América, Australia (sobre todo en Tasmania) y Nueva Zelanda.
En España, exceptuando la línea costera de Canarias y algunas zonas puntuales de la costa andaluza y murciana con clima tropical, se encuentra en cualquier parte, desde el nivel del mar hasta los 1500 m de altitud. Se considera una especie de clima atlántico y mediterráneo (zonas templadas).
No tiene preferencia por suelos específicos; incluso prefiere zonas montañosas o semi-montañosas, como el sotobosque arbustivo de especies caducifolias y quejigares, pero también puede aparecer en otros bosques, setos, lados de caminos, etc., y hasta en áreas costeras, pues tolera bien la salinidad. Agradece los suelos bien drenados y húmedos, algo fértiles y con un pH neutro.
Sus necesidades de agua se sitúan en los 675-900 mm por año. Puede soportar temperaturas muy bajas.

 

Este arbusto mide hasta 3 metros de altura, con tallos colgantes de color verde, cubiertos de espinas pequeñas, fuertes y curvas. Las hojas están compuestas de 5 a 7 folíolos dentados ovales.
Las flores, solitarias o agrupadas en corimbos, son de color rosa pálido o blancas, de 4 a 6 cm de diámetro, con cinco pétalos, y maduran en una fruta ovoide de color rojo intenso, de tipo cinorrodón, de un tamaño entre 1,5 y 2 cm, llamada tapaculo o escaramujo.
El fruto destaca por su alto contenido de vitamina C (aunque también contiene carotenoides y flavonoides) y puede ser usado para hacer mermelada y té.
El rosal silvestre florece de mayo a julio y produce frutos al final del verano o a principios del otoño. La Rosa canina fue descrita por Carlos Linneo y publicado en Species Plantarum.

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Etimología

Rosa: nombre genérico que proviene directamente y sin cambios del latín rosa que deriva a su vez del griego antiguo rhódon, , con el significado que conocemos: «la rosa» o «la flor del rosal»
canina: epíteto que le fue dado por la forma de los aguijones, similar a los colmillos de los perros. El fruto, el tapaculo o escaramujo, es botánicamente conocido como un cinorrodón. Cinorrodón es una transcripción de una palabra compuesta de origen griego (kion + rhodon), que significa «rosal perruno».

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Un fruto muy especial, el escaramujo.

El escaramujo​ o rosa canina (a veces también llamado en España tapaculo)​ es el fruto pomáceo de los arbustos del género Rosa, y en particular del rosal silvestre. Suele ser de color rojo anaranjado, pero en algunas especies puede variar hasta el morado oscuro y el negro. Es un ejemplo típico de cinorrodón.

El escaramujo es comestible en crudo, resultando en fresco una excelente fuente de Vitamina C tras quitar las semillas pilosas del endocarpio, y es apto para la confección de mermeladas, confituras y jaleas. También es un ingrediente corriente en tisanas, muchas veces mezclado con hibisco. En Suecia se hace sopa de esta fruta del bosque.
Del escaramujo también se puede extraer un aceite apreciado en perfumería.

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Usos curativos.

Tiene un alto contenido en Vitamina C, entre 1700-2000 mg por cada 100 g de producto seco, lo que lo convierte en una de las fuentes vegetales más ricas de esta vitamina. Contiene también vitaminas A, D y E, y flavonoides antioxidantes.
Como remedio natural, se le atribuye la capacidad de prevenir infecciones de la vejiga, y se dice que ayuda en casos de mareo y migraña.

Los escaramujos tienen un alto contenido de taninos que dan un efecto astringente, antidiarreico. Su alto contenido en taninos hace que cause estreñimiento. Por las que en España tiene la denominación vulgar de ‘tapaculo’.

Los flavonoides determinan su acción como diurético y vitamínico P: protector capilar y venotónico. Las flores le confieren una acción suavemente laxante y como tónico general. Las hojas son cicatrizantes en uso externo.
Los cinorrodones son utilizados en la prevención de gripe y resfriados, astenia primaveral, diarreas, dispepsias hiposecretoras, fragilidad capilar, edemas, varices, hemorroides, arteriopatías. Estados en los que se requiera un aumento de la diuresis: como afecciones urinarias (cistitis, ureteritis, uretritis, oliguria, urolitiasis), hiperazotemia, hiperuricemia, gota, hipertensión arterial, edemas, sobrepeso acompañado de retención de líquidos.
Hojas, cinorrodones, en uso tópico: usados en heridas, ulceraciones dérmicas, estomatitis, parodontopatías, faringitis, blefaroconjuntivitis. Su aceite, para uso externo, ayuda a restaurar la firmeza de la piel por sus propiedades nutritivas y astringentes de los tejidos.

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La flora de la sierra de La Cabrera 7, Ranúnculos acuáticos

Con la llegada de la primavera es fácil contemplar como se tapizan de pequeñas flores blancas, arroyos, charcas y lagunas de la zona de la sierra de Guadarrama y más concretamente en este caso, en las zonas húmedas de las dehesas de La Cabrera.

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De nombre científico o latino: Ranunculus aquatilis, también se conoce vulgarmente como: Ranúnculo acuático, Ranúnculos de agua, Hierba lagunera, Cancel de las ninfas, Botón de oro, Milenrama acuática.

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Planta acuática ampliamente distribuida por todo el mundo a excepción de las zonas tropicales, muy común en España y otros países de Europa, Norteamérica y el Noroeste de África, . Ubicada en márgenes de cursos de agua de poco caudal o charcas. Se trata de una hierba acuática, de vida más o menos sumergida.

 

Se trata de una planta venenosa, aunque su sabor amargo hace que los animales las eviten. Cuando las flores se secan desaparece su toxicidad. Posee la cualidad de depurar el agua donde se desarrolla, parece ser que a estas plantas herbáceas les gustan las aguas ricas en nutrientes como el nitrógeno y el fósforo, por ello su espléndido desarrollo en las dehesas donde la presencia de ganado favorece su desarrollo.

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Planta de tallos flotantes, fistulosos y ramosos. La especie Ranunculus aquatilis tiene dos tipos de hoja: las sumergidas, profundamente divididas, y las flotantes, más enteras, en forma de trébol y de color verde oscuro. Las hojas sumergidas son de contorno ovalado y muy lobuladas, con peciolo corto o nulo, se adhieren entre sí al sacarlas del agua; las nadadoras son pecioladas, con limbo arriñonado con 3 a 5 lóbulos obtusos, a veces manchado de negro. La vaina del peciolo se encuentra en gran parte adherida al mismo. Los pedúnculos están encorvados y son tan largos o más que las hojas.​ Estas plantas pueden alcanzar una altura de 5 a 40 cm. La floración se produce en primavera y cubre las aguas con un blanco tapiz floral de corta duración. Las plantas crecen bien en aguas tranquilas o de poco movimiento, en corrientes fuertes de agua no pueden crecer.
Las flores tienen cinco pétalos blancos con los centros amarillos y se encuentran unos centímetros por encima del agua, son hermafroditas y se agrupan en racimos. Las hojas flotantes mantienen a flote las flores y crecen al mismo tiempo. Los frutos son aquenios.

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El Ranunculus aquatilis fue descrito por Carlos Linneo y publicado en Species Plantarum.

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Etimológicamente, Ranunculus es el nombre genérico que proviene del latín tardío que significa «ranita»  de «rana» y un diminutivo final. Esto probablemente se refiere a muchas especies que se encuentran cerca del agua, como las ranas. Y aquatilis es el epíteto latino que significa «que vive en el agua».