El río Lozoya nace en la laguna grande de Peñalara, después va sumando caudal de todos los arroyos situados entre el sur de las montañas y valles de los montes Carpetanos (que separan las provincias de Madrid y Segovia entre Peñalara y Somosierra), la vertiente norte de la sierra de la Morcuera y la vertiente oeste de la sierra del Rincón (que separa Madrid de Guadalajara). Pero es justo antes de llegar al puente Congosto y después del embalse de Pinilla, donde el río se encajona entre las rocas (gneis) y sus aguas se enfurecen a tal punto que su estruendo perturba la tranquilidad que transmite este idílico lugar. En este punto, el agua y su acción erosiva realizada durante miles de años han creado unas formaciones que merecen ser tenidas en cuenta, son las Marmitas de Gigante del Puente Congosto.
Marmitas de Gigante en el río Lozoya.
Un kettle (en original en inglés, que significa «tetera») o marmita de gigante (término procedente del francés) es una formación de origen fluvio-glaciar, que puede tener forma de depresión en los depósitos glaciales —más o menos circulares, y a veces llenos de agua— o de cavidad circular en las rocas de los cauces de los ríos por la acción erosiva de las corrientes fluviales.
Los de origen fluvial son una concavidad casi circular formada en los cauces de los ríos por la acción giratoria de algunos fragmentos de rocas duras cuando son arrastrados por la corriente y caen en algún hueco en el fondo del cauce, por lo que al girar por el movimiento de las aguas va profundizando y redondeando tal concavidad. La dureza de los fragmentos tiene que ser similar o mayor que la de la roca en la que se forma la concavidad, aunque muchas veces se trata de fragmentos de la misma roca. En la zona del río Lozoya que discurre aguas abajo de la presa de Pinilla, a la altura del puente Congosto, es un ejemplo de río donde las rocas muy duras que han caído en alguna pequeña depresión han ido agrandando en anchura y profundidad esa concavidad formando marmitas de gigante.
Las marmitas son muy frecuentes en los escudos canadiense y guayanés. En la Guayana de Venezuela, varias de las marmitas fueron horadadas por piedras de cuarzo y por diamantes, razón por la cual estas concavidades son muy apreciadas por los buscadores de diamantes.
Una de las formaciones erosivas mas curiosas que se produce en los cursos altos de los ríos son las MARMITAS DE GIGANTE.
Una marmita de gigante es una depresión de forma cilíndrica, muchas veces perfecta, que afecta a las rocas situadas en el fondo del cauce fluvial.
¿Cómo se originan estos agujeros que a veces tienen más de un metro de diámetro?
Se trata de un proceso erosivo ocasionado por la presencia en el cauce de una roca, que encuentra un obstáculo y no puede ser arrastrada por el agua.
La fuerza de la corriente mueve la piedra y ésta comienza a dar vueltas. Al girar va poco a poco perforando la roca del subsuelo y ese efecto de taladro es el que origina la marmita a lo largo del tiempo. La roca «perforadora» termina también erosionándose al final del proceso.
Puente Canto, Puente Congosto o Puente de la Horcajada.
El puente Congosto, también llamado puente de la Horcajada o puente Canto (no confundir con el puente situado en el arroyo de Canencia con el mismo nombre), se encuentra en el término municipal de Lozoya, en la sierra Norte de Madrid. Está emplazado junto a la carretera comarcal 604 en el Km. 11,800, se levanta aguas abajo del embalse de Pinilla, la primera de las grandes presas que el río Lozoya tiene en su curso antes de verter sus aguas al Jarama. El puente salva las aguas del río Lozoya en una estrecha y profunda garganta horadada en las rocas por la fuerza erosiva del río en un entorno de gran belleza, en el que el Lozoya se precipita con fuerza y estruendo. Situado en un camino de tierra, hoy abandonado que va paralelo a la carretera actual y que conduce de Lozoya a Garganta de los Montes. Es una construcción que sirve para ilustrar las entidades jurídicas medievales representadas por la Sociedad de Quiñones y el Sexmo de Lozoya.

Puente Congosto, vista aguas abajo del mismo
El puente tiene seis metros de luz que le permiten salvar la profunda garganta. Su rasgo más peculiar es que se construyó cimentándose sobre los estribos de la propia roca que forma las laderas en las que queda encajonado el río. Se construyó en basto sillarejo, toscamente dispuesto, y está formado por un solo arco de medio punto levantado directamente sobre la roca. En su parte central el arco tiene doble rosca con grandes dovelas desiguales. A ambas caras aparecen desagües rectangulares, los dos de la margen derecha completamente cegados. Con respecto al tablero, por él discurre una calzada formada por losas irregulares. Recientemente se instalaron unos muretes en los lados, para evitar posibles caídas del ganado.
La elección del lugar para su construcción responde a que se trata del lugar donde la distancia entre márgenes del río Lozoya es menor. Su gran altura respecto al caudal constituía una garantía de permanencia y estabilidad frente a las grandes fluctuaciones y fuertes avenidas que experimenta el río.

Puente Congosto, vista aguas arriba del mismo.
Antes de su restauración, el puente se encontraba semioculto a consecuencia de la espesura de la vegetación aguas arriba. Los problemas más graves eran los relacionados con la falta de mantenimiento. Como consecuencia, había perdido el solado de la parte central y diferentes materiales de la estructura, como es el caso de los pretiles originales.

Puente Congosto antes de su última restauración.
Muy cerca encontramos las ruinas de lo que fue un antiguo molino. El puente, así como el molino harinero que se sitúa aguas arriba, en la margen izquierda del río Lozoya, se encuentran vinculados al camino histórico que comunicaba los núcleos de los municipios del Valle del Lozoya, antes de que se construyese el Monasterio de El Paular y de que se abriesen otras rutas alternativas que comunicarían los valles del río Miraflores con el propio Monasterio. En la actualidad, se realizan prospecciones y estudios arqueológicos, tanto de la construcción del molino como de su entorno, a fin de descubrir los canales que conducían el agua desde el río hasta el molino y desde este de nuevo al río.

Antiguo Molino Harinero.
El Puente del Congosto es uno de los cuatro puentes medievales (o romanos) existentes en el Valle del Lozoya. Los otros tres son el Puente Canto, el de Cadenas y el de Matafrailes, todos ellos sobre el arroyo de Canencia, en el municipio del mismo nombre.

Detalle del puente una vez restaurado.
El origen de esta construcción es incierto y se manejan dos hipótesis sobre su origen:
Algunos autores defienden que el puente se construyese durante la dominación romana de la península ibérica, dadas las similitudes de su fábrica con otros puentes de la citada época, especialmente el de Cangas de Onís, en Asturias. También basada en la posibilidad de la existencia de una vía romana que comunicase las tierras de Madrid con Segovia y el hecho cierto de haber sido reparado en el siglo XIV. El tablero además es llano.
Otros investigadores retrasan su construcción a la Edad Media, más en concreto, a los siglos XII o XIII, ya que su tipología y forma parecen corresponderse con este periodo medieval.
Esta hipótesis está basada también en los únicos datos históricos que se conocen, en la cita de este puente y del puente Canto de Canencia, en el libro de montería que Alfonso XI de Castilla mandó escribir a mediados del siglo XIV, y que fue objeto de una reparación en el siglo XV.
En los años 40 del siglo XX se construyeron los muretes laterales para evitar la caída del ganado. En uno de sus extremos se observa un ensanchamiento que mejora la conducción del ganado a la otra orilla. También pudo acometerse esta obra para facilitar las tareas del cobro del pontazgo a los ganados y peatones procedentes de otros lugares.
Un poquito de historia, Sociedad de Quiñones y Sexmo de Lozoya.
El topónimo Lozoya, que da nombre a un valle, un río y una población parece proceder del aumentativo término Loza, oza, osa, que significa pastizal en el dialecto vasco guipuzcoano.
Parece ser que entre las huestes de Alfonso VI que ocuparon el valle de Lozoya, venían gentes del norte de la península, principalmente astur-leoneses y vascuences. Fueron ellos quienes poblaron o repoblaron el valle, y dieron nombre al lugar: LOZOIHA.
El valle fue disputado durante mucho tiempo por Segovia y Madrid. Fue gestionado por la denominada “Sociedad de Quiñones”, dependiente del Concejo de Segovia, y que obligaba a los que se establecieran en estas tierras “a fabricar casa y poseer caballo propio que valiera 200 maravedíes y sirviera para asir e portar lanza”. Parece que ya existían en la zona muchos campesinos y se necesitaban caballeros que defendiesen la zona. Los Quiñones de Lozoya son los antecedentes de los actuales municipios del valle. Estaban integrados en la Comunidad de Tierras de Segovia y defendían en comunidad sus intereses agropecuarios. Todos los habitantes del valle tenían los mismos derechos y estaban sujetos a las mismas leyes y jueces encargados de administrar la misma justicia para todos.
Los concejos representados por los Quiñones estaban sujetos a Lozoya, y lograron independizarse de su jurisdicción en los últimos años del reinado de los Reyes Católicos, quienes intentaron controlar el amplísimo poder autónomo de los municipios mediante los “corregimientos”. La figura jurídica que da vida a los corregimientos es el “corregidor”, un supervisor del Rey, que dirige los destinos del municipio junto al alcalde. El corregidor llega a adquirir tal poder e importancia con el paso del tiempo, que desplaza de sus funciones a los ayuntamientos elegidos por los pueblos, convirtiéndose el poder concejil, de democrático en autocrático, puesto que se necesitaba el visto bueno del corregidor en cualquier decisión que tomase el ayuntamiento.
Los recursos del valle eran también bienes comunales administrados por unidades administrativas de menor rango, conocidas como “sexmos”. El Sexmo de Lozoya continúa en vigor y su alcalde el “sexmero” o representante del mismo.