«La Tumba del Moro»

La Tumba del Moro es una pequeña necrópolis paleocristiana de origen visigodo situada en el sureste del Cerro de la Cabeza, en el término municipal de La Cabrera (Madrid). Guarda gran similitud con otros enterramientos cercanos documentados en la región, como el yacimiento de Sieteiglesias y como el yacimiento del cerro de la Oliva de Patones. En la necrópolis encontramos varias tumbas simples en forma de cista, delimitadas por lajas de piedra hincadas en el suelo y cubiertas por otras lajas más grandes colocadas horizontalmente sobre las anteriores que cubren las sepulturas. La más llamativa de todas, es una única tumba antropomorfa tallada directamente sobre un afloramiento granítico, de los múltiples que conforman esta zona de la sierra de La Cabrera.

IMG_4771 copiaLos yacimientos arqueológicos hallados en los alrededores de La Cabrera demuestran la presencia más o menos estable de comunidades humanas desde mucho antes de la ocupación romana de la península ibérica, primitivos celtas de la edad del bronce en el Cancho Gordo y carpetanos de la edad del hierro en el cerro de la cabeza. Patrimonio declaró en 1989 el municipio de La Cabrera como Bien de Interés Cultural, en la categoría de “Zona Arqueológica”.

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El yacimiento fue excavado en su totalidad a comienzos de los años 90 del siglo XX y entre el año 2017 y 2018 ha vuelto a intervenir Patrimonio para señalizarlo y protegerlo de actos vandálicos con una valla metálica.

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El conjunto funerario se compone de 10 tumbas, presentando dos momentos de ocupación. El más antiguo es de la época hispanovisigoda aproximadamente del siglo VII, es una pequeña necrópolis de un pequeño grupo familiar formado por nueve fosas excavadas en el terreno, delimitadas por lajas hincadas en la tierra del tipo de cista. Los parentescos familiares directos parecen claros en las tumbas I y II o en las tumbas V y VI, estas tumbas adyacentes podrían pertenecer a dos matrimonios, a la que habría que sumar la tumba VII, que se trata de un enterramiento infantil. La orientación de las tumbas es Este-Oeste con la cabecera al Oeste. Estos enterramientos se ajustan a las creencias cristianas y ya no contienen elementos de ajuar propios de los rituales paganos, expresamente prohibidos por la jerarquía cristiana del momento. Sin embargo la tumba VII, perteneciente a un infante de cinco o seis años de edad, contaba con un elemento de adorno personal, concretamente un broche de cinturón. Este elemento permite fechar la necrópolis, ya que sigue las modas orientales que se imponían en la península ibérica en este siglo. Posterior a este pequeño cementerio, habría que sumar una tumba excavada en la roca, la que da nombre al yacimiento por ser la más conocida, es una tumba antropomorfa excavada en una roca de un afloramiento de granito, muy abundantes en esta zona de La Cabrera. Este tipo de enterramientos son posteriores y su construcción va ligada a la llegada a estas tierras de gentes de la meseta Norte en los siglos X y XI.

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El yacimiento estaba escondido en un bosquecillo de encinas, al mismo lado derecho de la carretera que va desde La Cabrera a Valdemanco. Desde la última actuación de Patrimonio, el yacimiento puede observarse si uno se fija cuando circula por dicha carretera. Muchos sostienen que estas sepulturas están asociadas al “castro celta” del Cerro de la Cabeza, en la época en la que según los investigadores, el primitivo asentamiento carpetano de la Edad del Hierro fue reutilizado, posiblemente al comienzo de la etapa visigoda, hacia los siglos V-VI d.C. Otras fuentes fechan esa segunda ocupación en el siglo VII d.C. En todo caso, parece fuera de duda que pertenecen al período visigodo.

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En esta época las necrópolis suelen agruparse alrededor de un edificio de culto, ya sean basílicas, o simplemente capillas o iglesias de menor entidad. No parece ser este el caso de la necrópolis de la Tumba del Moro, pues no hay documentada ninguna iglesia en sus cercanías, aunque algunos autores sostienen que el cercano Convento de San Antonio estaría construido sobre los restos de una antigua ermita visigoda, incluso se relaciona con la ermita de Santa María la egipciana, desaparecida durante la ocupación francesa de España por las tropa de Napoleón. Las sepulturas invaden en algunas ocasiones el interior de los templos, aunque la práctica común es la existencia de cementerios alrededor de edificios, ininterrumpida hasta la invasión musulmana a comienzos del siglo VIII, y que continuó aún después de esta ruptura. Las sepulturas son de variadas formas y generalmente forman tipologías locales, pues junto a ricos sarcófagos decorados, visibles en criptas, o sarcófagos lisos de mármol o piedra y cajas de tableros también de mármol, con la tapa decorada e inscrita, tenemos éstas de la tumba del Moro, que suelen aparecer muy frecuentemente en ambientes rurales. Y la España visigoda era en su mayoría, una sociedad rural. Las tumbas antropomorfas excavadas en piedras de gran dureza son bastante frecuentes en la meseta norte.

Distintas vistas de la única sepultura antropomorfa del yacimiento «Tumba del Moro» antes de la última actuación de Patrimonio.

Diversas vistas de las sepulturas en cista del Yacimiento «Tumba del Moro» antes de la última actuación de Patrimonio.

A pocos km de La Cabrera, aparece una necrópolis de mayor tamaño que La Tumba del Moro, situada alrededor de la iglesia parroquial de Sieteiglesias, también en Madrid. Además, las sepulturas de cista, delimitadas por piedras y cubiertas con una gran laja pétrea, son una tipología muy extendida en la comunidad madrileña. También encontramos estos enterramientos en el yacimiento del Cerro de la Oliva, de origen carpetano pero posteriormente habitado por visigodos.

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Tumbas antropomorfas y en cista en la Necrópolis de Sieteiglesias

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Tumbas en cista en el yacimiento del Cerro de la Oliva, Patones

 

 

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Tumbas en cista en el yacimiento del cerro de La Oliva, Patones

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Camino del Purgatorio

Las cascadas del Purgatorio de Rascafría.

No se sabe a ciencia cierta quien puso el nombre a este recóndito lugar, puede ser que se le ocurriese a algún cartujo del cercano Monasterio del Paular (Rascafría), pero es fácil imaginar que lo hiciera alguien, fuese religioso o no, que hubiera leído la Divina Comedia de Dante Alighieri.

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Cascada del Purgatorio desde el mirador

 

Las cascadas del Purgatorio son un pequeño conjunto de saltos de agua situadas en la zona central de la sierra de Guadarrama, perteneciente al Sistema Central, en la cabecera del valle del Lozoya, en la vertiente norte de la alineación montañosa de Cuerda Larga, dentro del término municipal de Rascafría, en el noroeste de la Comunidad de Madrid.

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Arroyo Aguilón

 

Las cascadas se localizan en el arroyo del Aguilón, uno de los afluentes más caudalosos del río Lozoya, en el punto en que supera una barrera rocosa a través de un estrecho desfiladero. Hay dos saltos principales: la cascada Baja, un salto de agua muy vertical de una altura de 10 metros y situada a una altitud de 1350 metros, y a unos 200 metros aguas arriba, la cascada Alta. Este segundo salto es de 15 metros y está más encajonado.

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Monasterio del Paular desde el Puente del Perdón

 

Para llegar a ellas, se pueden utilizar las diversas pistas que recorren la cabecera del arroyo Aguilón. La ruta más utilizada por los excursionistas, de 6 km de longitud, parte del monasterio de Santa María del Paular, desde este punto, se atraviesa el puente del Perdón que queda enfrente y de aquí se continua por la antigua carretera de Madrid, el Camino Viejo de Madrid.

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Río Lozoya desde el Puente del Perdón

 

Tras dejar a la derecha la zona recreativa de Las Presillas, se toma un desvío a la izquierda convenientemente señalizado. Después se llega a un puente de madera sobre el arroyo Aguilón que hay que cruzar, aquí acaba el camino y comienza un sendero serpenteante y estrecho de 1,5 km de longitud, que remonta aguas arriba el arroyo hasta las cascadas, llegando así a un mirador de madera situado en frente de la cascada Baja.

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Puente de madera sobre el arroyo Aguilón

 

El acceso a la cascada Alta no se ve desde este punto, exige salvar la gran roca que hace de pared o dar un rodeo campo a través por el pedregal de fuerte pendiente que queda en la margen izquierda de la cascada baja.

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Cascada del Purgatorio, arroyo Aguilón

 

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Arroyo Aguilón

 

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Arroyo Aguilón

 

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Arroyo Aguilón

 

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Primavera en el Arroyo Aguilón

 

El Purgatorio de Dante

El Purgatorio es el segundo de los tres cantos de La Divina Comedia. Lo antecede el canto del Infierno y le sigue el canto del Paraíso. El Purgatorio de Dante se divide en siete escalones, en los cuales se expían los siete pecados capitales: soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula, lujuria. Su estructura es la imagen inversa del Infierno, pues si el Infierno es un abismo, el Purgatorio es una montaña, y el orden de las penas en el camino de Dante va del pecado más grave (la soberbia) al más leve ( la lujuria, o sea, el amor que se excede en la medida). Al pie de la montaña se encuentra el Antepurgatorio, y en la cima el Paraíso terrestre

Cada escalón de la montaña tiene un Ángel custodio, precisamente son los Ángeles de la humildad, de la misericordia, de la mansedumbre, de la solicitud, de la justicia, de la abstinencia y de la castidad. En cada escalón del Purgatorio, los que expían las culpas tienen ante sí ejemplos del vicio castigado y de la virtud opuesta. En la entrada del Paraíso terrestre las almas del Purgatorio ya están salvadas, pero antes de llegar deben subir la montaña para expiar sus pecados como hacían en los tiempos de Dante los peregrinos que se dirigían hacia Roma o hacia Santiago de Compostela para hacer penitencia. Cada alma debe por consiguiente recorrer todo el camino y purificarse en cada escalón del pecado correspondiente. El Purgatorio tiene la función específica de expiación, reflexión y arrepentimiento, y es solo a través del camino, es decir de la peregrinación hacia Dios, que el alma puede aspirar a la redención. Esto también vale para Dante, quien al principio tiene grabadas en la frente siete «P», que simbolizan los siete pecados capitales. Al final de cada escalón el ala del Ángel custodio borra una de ellas, indicando que el pecado específico ha sido expiado.

 

 

Los Pueblos Negros y el Pico Ocejón

Existe una antigua leyenda sobre el pico Ocejón, el Moncayo y el Alto Rey. Según cuenta dicha leyenda, un poderoso Señor de una tribu prerromana, que además tenía poderes de brujería, era poseedor de grandes riquezas y de un extenso territorio entre lo que hoy son las provincias de Zaragoza, Soria y Guadalajara. Al enviudar tuvo que hacerse cargo de sus tres hijos, la envidia y la codicia por conseguir la herencia de su padre hacía que los tres hermanos se llevasen muy mal.

Las duras peleas entre los hijos eran cada vez más frecuentes, hasta que el padre, harto de sus disputas, decidió castigarles con una maldición eterna, de tal manera que pudieran verse siempre pero no pudieran hablarse nunca, les convirtió en tres altas montañas que situó a cada extremo de su territorio, para que además sirviera de ejemplo para las tribus cercanas: el mayor, Moncayo; el mediano, Ocejón, y el pequeño, Alto Rey.

En la ermita situada en la cima del Alto Rey se puede contemplar un grabado en la piedra en la que se muestran tres cabezas situadas las unas al lado de las otras de la misma manera que se sitúan geográficamente el Moncayo, el Ocejón y el Alto Rey.

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Pico Ocejón

 

El Pico Ocejón.

El pico Ocejón es una montaña perteneciente al sistema Central situada en la vertiente sur de la sierra de Ayllón, en la parte noroccidental de la provincia de Guadalajara. Toma importancia por su visibilidad desde gran parte de la provincia, por su sinuosa forma y por los pintorescos «pueblos negros» que se hallan ubicados en sus faldas: Majaelrayo, Robleluengo, Campillo de Ranas, Roblelacasa, El Espinar y Campillejo en la vertiente oeste, Valverde de los Arroyos, Zarzuela de Galve, Palancares y Almiruete en la vertiente este.

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Vista de Valverde de los Arroyos con el Pico Ocejón al fondo

 

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Vista de El Espinar

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Vista de Roblelacasa con el Pico Ocejón al fondo

Los Pueblos Negros.

La arquitectura negra es un tipo de arquitectura popular que emplea como elemento constructivo principal la pizarra, compuesto mineral de tonos grises, violetas, azulados, pardos, plateados o negruzcos. Es una técnica empleada tradicionalmente en algunas zonas españolas como la sierra de Ayllón (entre Guadalajara, Segovia y Madrid) y la sierra de Alto Rey (Guadalajara). En estas zonas serranas la pizarra es un material muy abundante, además debido a los precarios medios de comunicación, en estas zonas antiguamente no se disponía de otros materiales alternativos.

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Detalle de un tejado construido en pizarra al estilo tradicional

 

Este tipo de arquitectura es aplicable a todo tipo de construcciones, tanto viviendas como edificios comunitarios (Ayuntamientos e Iglesias), pavimentado de calles, cerramientos y delimitaciones agrícolas y ganaderas, tainas para el ganado, fuentes, caminos, puentes, etcétera.

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Puente sobre el río Jarama entre Roblelacasa y Matallana

 

 

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Espadaña de la Iglesia de Roblelacasa

 

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Fuente, plaza y Ayuntamiento de Valverde de los Arroyos

 

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Una calle de Roblelacasa

 

Los ayuntamientos de Campillo de Ranas, Majaelrayo y Valverde de los Arroyos han aprobado nuevas normas encaminadas a proteger el estilo arquitectónico tradicional propio de la arquitectura negra, tales como el uso exclusivo de la pizarra propia de la zona, la prohibición de cables cruzando las calles, de cubiertas planas, de buardillones y de terrazas o ventanas sobre la cubierta.

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Iglesia de Campillo de Ranas

 

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Vivienda típica de Campillo de Ranas

 

La pizarra es el elemento estructural fundamental en las construcciones de este tipo de arquitectura, sirviendo para cubiertas y paramentos. El uso exclusivo de la pizarra provoca que sus pueblos presenten un aspecto negruzco en sus vistas, de ahí el nombre de Pueblos Negros.

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Iglesia de Majaelrayo