En un meandro del Lozoya

 

Buitrago II, Los Mendoza

 

En la guerra civil entre los hermanastros D. Pedro I y D Enrique II de Trastámara, los nobles Iñigo López de Orozco y Pedro González de Mendoza estaban en principio de parte del rey D, Pedro I, pero cuando este se retiró hacia Sevilla, y luego a Portugal y Galicia, se pasaron al bando de Enrique II.

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Los Mendoza eran originarios de las humildes aldeas alavesas de Mendoza y Orozco. De ellos salió la casa del Infantado y los señoríos de Hita y de Buitrago, entre otros. La importancia que llegó a tener esta familia fue muy grande, cubriendo Castilla de mayorazgos, llenando las cortes de Europa con su nombre y llegando a puestos muy importantes en el continente Americano.

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El fundador de la familia fue Pedro González de Mendoza que se benefició de la muerte de su pariente Iñigo López de Orozco. D. Pedro I, ayudado por el príncipe de Gales, venció en dura batalla a D Enrique II de Trastámara el 13 de abril de 1367, en la vega de Najarilla. Pedro I mató en el mismo campo de batalla a Iñigo López de Orozco y cogió preso a Pedro González de Mendoza que alcanzó la libertad mediante rescate y continuó a favor del de Trastámara. D. Enrique II, con la ayuda del rey de Francia, del Duque de Anjou y de Beltrán Duglesclin, volvió a la lucha. Pedro González de Mendoza le ayudó desde el fuerte castillo de Hita, sin lograr que se uniera su villa de Buitrago, que permaneció fiel al rey Pedro I y en contra de su señor, que la sitió y logró rendirla al cabo de algunos días.

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Posteriormente D. Enrique II de Trastámara asesinó a D. Pedro I. Y el cruel rey de Castilla, gracias a la traición de Beltrán de Duglescin, consiguió la victoria. Nombró ayo de su hijo el infante D. Juan a Pedro González de Mendoza que gracias por los servicios prestados a esta rey y a su hijo, abandonó definitivamente su heredad en tierras de Álava para instalarse en Hita, Buitrago y Torija, fundando su señorío en estas tierras. Murió en la batalla de Aljubarrota luchando con los portugueses, a esta batalla se debe que Portugal quedara ya para siempre separada de España. Don Pedro González de Mendoza dio la vida por el rey Juan I, al ofrecerle su caballo para que este se salvara. Este hecho fue bien aprovechado por su familia y así fue aumentando el señorío de Hita y de Buitrago.

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De toda la familia Mendoza, sin lugar a dudas el personaje más importante fue Iñigo López de Mendoza que recibió la villa de Santillana y fue nombrado primer Marqués de la misma, y Conde del Real de Manzanares por el rey D. Enrique IV de Castilla, hijo de D. Juan II. Iñigo nació el 19 de agosto de 1398 en Carrión de los Condes, heredando el mayorazgo a la muerte de su hermano mayor, García y el 3 de noviembre de 1404, contando con 6 años, fue ya reconocido como señor de Buitrago. Fue el señor de Buitrago que más se preocupó por su villa, edificando la iglesia de Santa María del Castillo, con su maravillosa torre mudéjar, el hospital de San Salvador y substanciales obras de refuerzo en el sistema defensivo de la Villa, fundamentalmente en los lienzos de los flanco sur y sudoeste, donde procedieron a su refuerzo y recrecido. En este mismo sector se remodeló en profundidad el alcázar, para añadir a sus funciones defensivas la de residencia palacial de los Mendoza.

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El hospital solamente lo fundó y probablemente empezó su construcción, pero fue su nieto quien terminó las obras, y además a su labor de construcciones hay que añadir su palacio de Guadalajara, su palacio de Manzanares del Real, el de Hita, entre otros.

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El Marqués de Santillana residía habitualmente en sus palacios de Manzanares, Santillana ó Guadalajara, y Buitrago era su residencia de vacaciones. En estos lugares el Marqués de Santillana obsequió al rey D. Juan II de Castilla en 1435, organizando suntuosas fiestas y numerosos torneos en los que participaba el propio señor de Buitrago. Todo ello era para congraciarse con su rey y con su primer ministro Álvaro de Luna, con los que había tenido anteriormente diferencias después de la batalla de la Higueruela, ganada a los moros.

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La importancia de la familia Mendoza, no solamente del Marqués sino de sus hijos, fue desde aquí en aumento, y sirvieron con lealtad a la corona. D. Iñigo murió en Guadalajara en 1458 y le sucedió su hijo Diego Hurtado de Mendoza. En 1468 tuvo lugar el pacto de los Toros de Guisando, en el que el rey D. Enrique IV firmó con su hermana Isabel un acuerdo por el que la nombraba heredera, en contra de su hija, Juana, a la que declaraba bastarda, llamada posteriormente La Beltraneja. Dª Juana fue entregada a los Mendoza el 6 de agosto de 1467.

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Los Mendoza que cuidaban Dª Juana en Buitrago, se habían negado a aceptar los acuerdos de los Toros de Guisando. Tenían en Juana, la discutida hija de la reina Dª Juana de Portugal, un rehén y una bandera de partido. El 28 de septiembre de 1468, en Buitrago, habían redactado un acta de protesta por el reconocimiento de Isabel como heredera.

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También estuvo algún tiempo en la fortaleza de Buitrago la reina Dª Juana de Portugal, esperando la hora de dar a luz al hijo ilegítimo, D. Andrés que sería llamado «D. Apóstol de Castilla». Por fin el 25 de octubre de 1470, Juana fue solemnemente sacada de Buitrago y entregada al rey D. Enrique IV en un lugar llamado Val de Lozoya, entre el Paular y Buitrago. Los reyes juraron sobre la cruz pectoral del cardenal francés de Albi que Juana era su hija natural y legítima. Los nobles y prelados presentes la juraron como heredera, y en el mismo lugar se celebraron sus desposorios con el Duque de Guyena, hermano del rey de Francia, Luis XI; aunque dicha boda no se llegó a celebrar.

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Ya reinando los Reyes Católicos, después de la batalla de Toro, otorgaron el ducado del Infantado a D. Diego Hurtado de Mendoza, en 1475, título que figuraría ya el primero de los que ostentaban los señores de Buitrago. En estos tiempos la rápida saturación del recinto amurallado da lugar a la constitución de dos arrabales, uno al sur de la puerta de acceso a la villa, llamado de san Juan, y otro al oeste, al otro lado del Lozoya, conocido como Andarrío, Allendelrío, Endelrío o Miralrío.

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A mediados del siglo XVI el recinto sigue en manos de los Mendoza, conservando armas y pertrechos muy anticuados. Buitrago entra en un paulatino periodo de decadencia, que continuará a lo largo de todo el siglo XVII. El quinto Duque, D. Iñigo López de Mendoza, construyó en la finca del bosque, un palacete, que le sirvió a él y a sus descendientes como residencia de caza.

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En el mes de mayo de 1601 Iñigo invitó a pasar varios días en su castillo de Buitrago, al rey D. Felipe III y un gran séquito. Para ello mandó adornar y amueblar lujosamente el castillo, y se hicieron, cacerías, corridas de toros y banquetes. Todo ello se relata con pormenores en documentos que se conservan en el Archivo Histórico Nacional, sección de Osuna, y es muy posible que D. Felipe III volviera repetidas veces a estos parajes tan fértiles en la caza. En adelante los duques dejan de habitar la fortaleza que queda para morada de sus alcaides y almacenes de sus impuestos en especie. Se construyen casas adosadas al castillo y éste fue cayendo en ruinas.

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El cerro de la Oliva y su historia

El cerro de la Oliva ha sido habitado o visitado frecuentemente por grupos humanos desde la noche de los tiempos. En el mismo cerro de la Oliva se pueden visitar tres ejemplos de esa ocupación con cierta importancia histórico-artística; la cueva del Reguerillo, el yacimiento de la dehesa de la Oliva y la ermita de la Virgen de la Oliva.

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La cueva del Reguerillo

La cueva del Reguerillo se encuentra en el flanco oeste del cerro de la Oliva y alberga las manifestaciones artísticas más antiguas halladas hasta el momento en la Comunidad de Madrid, fechadas en algún momento del Paleolítico Superior. También se han encontrado restos materiales que pertenecieron a agricultores neolíticos y sociedades metalúrgicas de la Edad del Bronce.

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La cueva está cerrada al público en general y sólo se abre en contadas ocasiones para expertos en espeleología. Las razones de ello es el peligro que encierra para los neófitos el acceso libre y los desmanes que se han cometido en el primer nivel, donde existían pinturas rupestres, que han sido prácticamente destruidas por la mano del hombre. La cueva es un complejo sistema subterráneo en roca caliza de tres niveles, de los cuales, el primer nivel, ha sufrido frecuentes visitas de inconscientes y vándalos. Los otros dos niveles tienen un carácter muy técnico y se reservan para la visita especializada de espeleólogos.

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Yacimiento de la dehesa de la Oliva

El cerro de la Oliva consta de dos plataformas bien definidas, en las que los habitantes prerromanos, posiblemente carpetanos, “los que habitan en los escarpes”, transformaron su modo de vida castreño cuando contactaron con la civilización romana, y el emplazamiento original se transformó de un urbanismo primitivo en una pequeña ciudad planificada al modo romano, con calles cortadas en ángulo recto, infraestructuras hidráulicas y edificios públicos.

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Con el cambio de era (s. I d.C.), la población se trasladaría al valle abandonando el cerro. Posteriormente, en el siglo V d.C., vuelve a ocuparse, pero de forma distinta: sobre el antiguo asentamiento se estableció una extensa necrópolis hasta el siglo VIII d.C. La aldea asociada al cementerio se ubicó en la plataforma inferior del cerro.

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El perímetro amurallado de la Dehesa de la Oliva engloba ambas plataformas y según recientes estudios, se estructura en dos recintos el más antiguo circunda al núcleo urbano y es anterior al cambio de era. El segundo recinto acoge el caserío de la plataforma inferior, y aún no se determinado si es el resultado de un único proyecto original, una ampliación de época romana tardo republicana o una reconstrucción altomedieval.

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La posición topográfica dota al emplazamiento de una defensa natural por 3 de sus flancos, le proporciona un amplio dominio visual del territorio y el control de la ruta con la Meseta Norte por el puerto de Somosierra. Fue descubierto por el arqueólogo e ingeniero del Canal de Isabel II Emeterio Cuadrado. El yacimiento está estructurado en dos plataformas, la superior u oriental, con una superficie de 10 has, donde se instala la ciudad y la inferior u occidental, ocupada por un caserío extenso de época posterior, aproximadamente con una superficie de 17 has.

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La necrópolis se encuentra superpuesta al espacio doméstico y contiene tumbas excavadas de los primeros siglos de la tardo antigüedad (ss. V-VIII d.C.). El tipo de enterramientos son inhumaciones con tumbas de diversos tipos: en fosa simple, en cista con lajas de caliza o pizarra, con suelo, paredes y cubierta de ese material o parcialmente revestida, y en cista con muretes de mampostería forrando las paredes de la fosa.

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Se han excavado 33 tumbas. El cadáver se envolvía en un sudario y se depositaba directamente sobre la base de la fosa o en un ataúd. En ocasiones, las tumbas podían estar ocupadas por más de un individuo, bien porque la muerte dentro del ámbito familiar se producía a la vez, o por ser una reutilización, en la que se agrupaban los restos del primer cadáver en un extremo de la sepultura. Los enterramientos más antiguos son posiblemente del siglo V d.C.

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Ermita de la Virgen de  la Oliva

A los pies de la Dehesa de la Oliva, en su flanco sur, se encuentran los restos abandonados de una vieja ermita en ladrillo, fechada entre los siglos XII-XIII, en un lamentable estado de abandono. Es la ermita de la Virgen de la Oliva.

 

La ermita es de estilo románico-mudéjar, también conocido como mudéjar castellano-leonés o románico de ladrillo, aunque con rasgos característicos de la arquitectura rural de la zona. De la primitiva ermita sólo se conservan el ábside y el tramo inicial de la nave. El primer elemento citado está configurado por una bóveda de cuarto de esfera, realizada en mampostería con hiladas de ladrillo, que se une al cuerpo principal mediante un arco ligeramente apuntado, hecho en ladrillo. Con respecto al segundo, se estructura en una bóveda de cañón, de la que sólo se mantienen en pie el arranque y algunos muros.