Iniesta de mi vida y un lugar llamado Porto Covo

En el suroeste de Portugal, en plena costa alentejana y a unos pocos kilómetros de Sines, hay un pueblo de pescadores formado por pequeñas casas bajas donde predomina el azul y el blanco en sus fachadas. Donde el suelo está laboriosamente empedrado en blanco.

Está rodeado de una gran belleza natural en forma de pequeñas playas, retorcidos acantilados de rocas imposibles y un inmenso mar de frías aguas donde darse un baño es todo un ejercicio de valentía.

Una calurosa tarde de Domingo de Julio (tan solo llevaba una semana trabajando en Sines), tuve la oportunidad de ver junto a otros compañeros de trabajo la final del campeonato del Mundo de fútbol. Si, la única copa del mundo que tiene España a nivel de selecciones, la conquista que nunca se nos olvidará con aquel solitario gol en la prórroga de «Iniesta de mi vida».

Después de aquella visita futbolera volví muchas más veces durante un año, muchos otros Domingos en los que fui descubriendo muchos de sus pequeños secretos. El pueblo es una maravilla, donde se come un pescado a la brasa tan fresco que aun se mueve después de asarlo. Puedes caminar por sus calles con la misma tranquilidad que si estuvieras en tu casa. Es uno de esos lugares donde parece haberse detenido el tiempo.

El mar cambia de color cada día, de manera que nunca te puedes cansar de verlo, ni de escucharlo, ni de olerlo. En bajamar, si te metes entre sus rocas y tienes suerte puedes ver su más preciado manjar, el pata negra del mar, percebes, pero no se te ocurra tocarlos, como mucho ten cuidado al pisar, saca unas fotos y déjalos como están.

Al sur de Porto Covo hay una pequeña isla, llamada isla de Pessegueiro. Cuentan de ella que antaño ya estuvieron los cartagineses. Y justamente en frente de dicha isla hay una fortaleza que nos hace soñar con los tiempos de piratas.

Porto Covo, un lugar de ensueño que tiene hasta una canción de Rui Veloso

Havia um pessegueiro na ilha
Plantado por um vizir de Odemira
Que dizem por amor se matou novo
Aquí, no lugar do Porto Covo
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Todavía no has ido a Patones?

Patones (parte primera)

Muy cerca de Madrid y lindando con la provincia de Guadalajara existe un pequeño pueblo cuyo término municipal alberga varios yacimientos que demuestran su ocupación por el hombre desde la noche de los tiempos. La cueva del Reguerillo está situada en la ladera occidental del Cerro de la Oliva, hoy en día cerrada a cal y canto, contiene o contenía pinturas rupestres cuya antigüedad algunos estiman en más de 40.000 años. En la cima del cerro de la Oliva se pueden visitar los restos de un poblado carpetano-romano ocupado posteriormente por los visigodos.  El actual pueblo de Patones de Arriba es una de las mejores representaciones de arquitectura negra por el material utilizado en sus construcciones. Algunos dicen que el tiempo se ha parado en sus calles, otros incluso dicen haber visto unicornios y corren varias leyendas que hacen de él un lugar lleno de magia. La más popular de todas es la leyenda patónica, la cual dice que Patones fue un reino independiente desde la época visigoda.

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Según cuenta en 1781 Don Antonio Ponz, en su obra «Viaje de España, en el que se da noticia de las cosas apreciables y dignas de saberse que hay en ellas» (tomo X) (Madrid, 1781) sobre el reino de Patones lo que sigue:

«Como a mitad de camino entre Torrelaguna y Uceda se ve a mano izquierda una gran abertura en la cordillera, que cierra un pequeño valle, llamado «Lugar de Patones» sobre el cual sería delito no contar una célebre antigualla, que es la siguiente: En aquella desgraciada edad en que los sarracenos se hicieron dueños de España, ya se sabe que muchos de sus moradores huyeron a las montañas y a los parajes más escondidos y retirados. Algunos buenos cristianos de la tierra llana decidieron, pues, introducirse por la expresada abertura, buscando en el interior de la sierra cuevas donde esconderse, y fue de tal suerte, que no cuidando los enemigos de territorio tan áspero y quebrado, pudieron aquellos godos fugitivos vivir en él todo el tiempo libres del poderío musulmán, manteniendo sus costumbres, creencias y sustentándose de la caza, pesca, colmenas, ganado cabrío y del cultivo de algunos centenos, como lo hacen también ahora.

Estos hombres, que se llamaron los Patones, eligieron entre ellos a la persona de más probidad para que les gobernase y decidiese sus disputas, de cuya familia era el sucesor, y así se fueron manteniendo de siglo en siglo con un gobierno hereditario, llamando a su cabeza «Rey de los Patones». No es esto lo más gracioso, sino que después de haber recobrado España su primitiva libertad, y sacudido totalmente el yugo de los sarracenos, se ha conservado entre los Patones este género de Gobierno (bien que subordinado a los Reyes de España y a su Consejo) hasta nuestro días, en que el último rey de Patones solía ir a vender algunas carguillas de leña a Torrelaguna, en donde le han conocido varios sujetos, que le trataron y me han hablado de él.

Este hombre, que era pacífico y enemigo de chismes, se dejó de cuentos, y comprobando que sus súbditos se situaban ya en el boquete, a vistas a la llanura, hubo de barruntar alguna inundación de las fórmulas legales de su reino (donde los juicios eran verbales, sin autos, pedimentos, ni traslados), o acaso la ocupación del Gobierno le impidiese atender debidamente a su propia subsistencia, por lo que abandonó su trono; de modo que los Patones, viéndose sin pastor, se sujetaron espontáneamente a la jurisdicción y al corregimiento de Uceda, de la cual hoy es aldea el Reino Patónico.

¡Cuantas reflexiones morales y políticas me viene a la imaginación! Un reino hereditario de mil años por lo menos, gobernados en profunda paz, sin otras reglas que la razón natural; un pueblo conservado en medio de España, en el cual no pudo hacer brecha el Corán, ni tanto errores como después fueron viniendo; un reino contento con la angostura de sus límites, sin dar entrada a otras costumbre, ni trajes, ni más idea que la de cultivar bien su estrecho territorio, ni más cuidado que los de sus colmenas y su ganado; los hijos de las familias sujetos a los padres, y todos ellos obedientes a su rey..

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Queden, por lo tanto, los lectores instruidos de esta singular Monarquía Patónica, de su principio, duración y fin; y aunque alguien diga (que bien se dirá) ¿cómo es posible que existiese eso a doce leguas de Madrid, sin saberlo yo, ni haber oído hablar a alma viviente? no me causara maravilla, pues yo me hallaba en el mismo caso. Sabido es cuál suele ser nuestra curiosidad por indagar lo que sucede a dos o tres mil leguas de aquí, ignorando lo que hay en nuestra propia casa..»

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Un paseo por el medievo

Buitrago I

Aunque no existen vestigios materiales que lo avalen, ya menciona Tito Livio su existencia como la «Libratum» conquistada por el pretor de la Hispania Citerior Cayo Flaminio en el siglo I a.c. Después de pacificada la Celtiberia, esta zona habría quedado dentro del área de influencia romana, siendo un punto de importancia en la ruta que atravesaba los montes carpetanos desde la meseta norte hasta el valle del Tajo.

Aunque son pocas las fuentes árabes que citan a Buitrago, su recinto amurallado cumple perfectamente las normas especiales de la fortificación musulmana. Hoy se sabe que la población, en su mayor parte romano-visigoda, gozaba de gran libertad, tanto religiosa como económica. Desde principios del siglo X, Buitrago forma parte de la frontera con los reinos cristianos del norte. No se sabe la fecha exacta de su reconquista, pero parece evidente que fue antes de la toma de Toledo acaecida en 1085. Anteriormente a esta época se habla del valle de Beg-Tarek junto a la cordillera y cerca del paso estratégico de la sierra. Es a partir de la toma de Toledo por Alfonso VI cuando se empieza a llamar Buitrago o Butracum según la cita el arzobispo de Toledo D. Rodrigo Ximenez de Rada en 1208.panorama-buitrago-desde-el-puente-del-arrabal-copiaParece ser que la conquista de Buitrago por Alfonso VI, no fue una conquista muy belicosa, más bien la consecuencia de una serie de presiones y exigencias del poderoso monarca cristiano a las que tuvo que ceder el Cadir garantizando el paso de las tropas hacia Toledo. panorama-9-2-copia

Es debido a su alto valor estratégico que pronto se produce una repoblación por medio del privilegio otorgado por el monarca en 1096, cuyo motivo queda reflejado en esta transcripción del texto original; «para que pasasen los de Burgos y Castilla a Toledo, y los de Toledo a Castilla, porque por allí estaba infestado de ladrones».

El privilegio de Alfonso VI otorga a la villa la facultad de repoblar los núcleos existentes en su jurisdicción así como la de crear otros nuevos dentro de la misma. Este amplio territorio delimitado por la decisión del monarca es lo que se llamará tierra de Buitrago, una comarca que formaba una única unidad jurisdiccional y cuya cabeza es la villa de Buitrago.panorama-buitrago-desde-el-alcazr-copia-copia

El rey Alfonso VII concede un privilegio a Buitrago, fijando sus límites para el cultivo de sus campos y el desarrollo de su ganadería, a la vez que concede sus armas: «Ad alenda pecora», inscripción que figura desde entonces en su escudo.

Fernando IV, el emplazado, concedió a Buitrago el privilegio de la feria de ganado en 1304. Su hijo Alfonso VI, el justiciero, concede a Dª Juana Orozco, esposa su montero mayor D. Gonzalo Yáñez, de la cual heredó el hijo de ambos, D. Pedro González de Mendoza primer señor de Hita y Buitrago por gracia del rey D. Pedro el cruel, concedido en Santa María La Real de Nieva en el año 1366. Este privilegio fue confirmado por el rey D. Enrique II, el de las Mercedes, el 1 de Enero de 1368.

Continuará……

Un paseo por la nieve

No hay mejor sensación que romper el silencio de la nieve con el crujido de tus pasos. Si además nadie ha pisado antes esa nieve, la sensación es doblemente placentera. Hoy por ser la primera se la vamos a dedicar al amigo Antonio.

 

Escuchar el sonido del agua helada de las fuentes

Ver la tranquilidad de las lagunas heladasimg_2912-copia

 

Sorprenderse del paisaje al ver como se levanta la niebla

img_2974-copia

La alegría de volver a casaimg_2736-copiaY para terminar el día, el calor de un buen fuegoIMG_2715 copia.jpg